Opinión

14.Ago.2014 / 06:08 pm / 1 Comentario

Foto: Archivo

La irrupción de Hugo Chávez a finales de los años 90 supuso no sólo un cambio en la escena política venezolana y regional, sino también una convulsión en las formas comunicativas. El neoliberalismo diseñó un modelo basado en el distanciamiento entre emisor y receptor, una supuesta complejidad de la actividad pública y la concepción de la política como mera administración de las cosas. Se trataba de separar a la ciudadanía de sus representantes. La política, decían, era algo muy complicado y, además, aburrido. Había que dejarla en manos de los políticos profesionales y así la gente podía dedicarse a sus asuntos, separando tajantemente lo común de lo privado.

Como en tantas otras cosas, Chávez fue en la dirección opuesta. Prescindió de intermediarios, adoptó el lenguaje sencillo del pueblo del que provenía y le pidió su asentimiento pero, sobre todo, su participación. Chávez-Pueblo y Pueblo-Chávez se convirtieron en un binomio comunicacional en donde no se sabía muy bien dónde empezaba uno y acababa el otro.

El ejemplo prendió en todo el subcontinente. Con las características propias de cada país, los liderazgos de los proyectos de emancipación surgidos al abrigo de la experiencia bolivariana adoptaron modos comunicativos similares. Esta tendencia, independientemente de sus objetivos estratégicos, ha supuesto un ensanchamiento del derecho a la información. Los dirigentes de Venezuela, Bolivia, Ecuador, Uruguay o Argentina se exponen públicamente con más intensidad que sus homólogos en Europa o Estados Unidos, parapetados tras breves comparecencias sin preguntas o comunicados oficiales. La ciudadanía, por tanto, tiene más elementos de juicio para orientar sus decisiones, desde el voto hasta la adhesión partidista. La democracia sale fortalecida.

Estas fórmulas, genuinamente latinoamericanas por lo que tienen de espontaneidad, mestizaje y heterodoxia, han cruzado el océano y son utilizadas por las nuevas formaciones rupturistas del sur de Europa. Es lógico que la ribera norte del Mediterráneo sea el primer lugar donde recalan. Comparten con Latinoamérica el ser víctimas de los embates más duros del neoliberalismo y bastantes rasgos culturales que facilitan la transgresión de lo establecido. Syriza, en Grecia, el Movimiento Cinco Estrellas de Italia o Podemos, en España incorporan estos elementos. Y con éxito, a juzgar por los resultados. Syriza es ya la segunda fuerza política griega. El Movimiento Cinco Estrellas obtuvo el 25% de los votos en las elecciones transalpinas de 2009, convirtiéndose en el partido más votado. Podemos, por su parte, fue la gran sorpresa en las elecciones europeas del pasado 25 de mayo. A sólo cinco meses de su creación, logró 1,3 millones de votos y se situó como el cuarto partido español.

Estos son los principales elementos comunicativos importados de Latinoamérica:

Dicotomía del escenario político. Frente a los llamamientos del neoliberalismo al consenso en una sociedad supuestamente unitaria (falso consenso, pues lo que se pide es la aquiescencia pasiva a su sentido común), ahora se dibuja un escenario real, marcado por el conflicto. De un lado, las mayorías empobrecidas. Del otro, las minorías que lo tienen todo. La distinción chavista entre pueblo y oligarquía ha sido traducida como “arriba y abajo”; “el 99% contra el 1%”; “la gente y la casta”… Estas denominaciones superan el marco restrictivo de izquierda y derecha y permiten la construcción de una identidad transversal. La política ya no es mera administración, sino herramienta para la superación del conflicto.

La política como emoción. En los últimos 40 años se ha hecho un esfuerzo consciente por despojar a la política de cualquier rasgo emocional. Se imponía la asepsia en la gestión de lo común. Hugo Chávez recuperó los sentimientos: alegría, esperanza, rabia, fraternidad, humor, sonrisas risas… El material simbólico amalgama más que un grueso programa de gobierno diseñado en un laboratorio. Las intervenciones del cómico italiano Beppe Grillo, uno de los líderes del Movimiento Cinco Estrellas, son un buen ejemplo de que en Europa la política trata de rehumanizarse.

Sencillez en el discurso. Hugo Chávez llevó a cabo una ingente labor de traducción de conceptos políticos, económicos y sociales para recabar la atención de las mayorías. Difícilmente se atiende a aquello que no se comprende. Esta sencillez, que no es simplicidad, debe ir acompañada por la concisión –Chávez hablaba mucho, pero su discurso giraba en torno a unos pocos temas clave- y la reiteración. Podemos ha entendido perfectamente esta exigencia y sus miembros han traducido las complejidades de la situación actual en un discurso inteligible para la persona de a pie en el que le explican cómo las élites le están robando, pues no de otra cosa se trata la presunta crisis de España.

Guerra de posiciones. No se descarta ningún ámbito para lograr el poder. El más evidente es la utilización de la vía electoral. Pero hay otros a los que la izquierda ha sido tradicionalmente refractaria y que empiezan a ser vistos como armas para la lucha. Los dirigentes de Podemos no han dudado en acudir a programas de televisión abiertamente hostiles y que suelen tener un nivel de debate ínfimo. Su estrategia pasa por atender todas las invitaciones de los medios de comunicación de masas, conscientes de que éstos son los principales productores de pensamiento. Nuevamente, Chávez marcó el camino. En 1998, su entrevista con el periodista ultraneoliberal Jaime Bayly significó un último espaldarazo para alcanzar la Presidencia.

Liderazgos. El otro gran tabú de las izquierdas europeas. La Revolución Bolivariana demostró que los líderes, cuando surgen de la base (pueblo, mayoría, abajo, 99%, gente…) son fundamentales para encarnar las demandas de esa misma base. Son aglutinadores de significantes vacíos y dispersos que por sí solos no tienen ninguna capacidad transformadora. Además, cumplen una función referencial en la sociedad de la imagen. Podemos ha sido el más atrevido.Vocación de victoria. La joven formación estampó la imagen de su líder, el televisivo Pablo Iglesias, en las papeletas de votación, algo inédito en las elecciones españolas y piedra de escándalo para la izquierda purista. Las encuestas constataban que Iglesias era infinitamente más conocido que la agrupación. El rostro del líder fue el referente para muchos votantes que jamás lo habrían relacionado con Podemos.

Vocación de victoria. ¿Cuándo fue la última vez que votase con ilusión? El lema electoral de Podemos es claro. El objetivo es ganar. Ya no se habla de influir en los grandes partidos, alcanzar una pequeña representación parlamentaria o conformarse con el reparto de las migajas electorales. La meta es el triunfo para echar a la oligarquía, a los de arriba, a la casta… Si las movilizaciones populares de estos tiempos han ocasionado que en la calle se comenzara a hablar de política, los últimos resultados electorales han hecho que la gente hable sobre lo que harán una vez que se alcance el poder. Esto ocurre ahora en Grecia, España, Italia… Pero muchos años antes sucedió en una Venezuela que empezaba a atisbar el futuro a través de las palabras de un tal Hugo Chávez.

(El autor es especialista en Comunicación Política y Electoral de la Fundación GISXXI)

 

Alejandro Fierro

 

Comentarios

20.Ago.2014 10:08 am
Luis Campos (Sucre) dijo:

Exelente analisis, cada vez me solprendo más de la inmensidad del Gigante de America, el legado del lider es un tesoro que debemos cuidar y mantener para garantizar el futuro de la patria y del mundo, obviamente, es una responsabilidad enerme con mayor peso en nuestros dirigientes que deben predicar con el ejemplo, la moral intachable, la cencilles, la humildad, el humanismo, el despredimiento, la solidaridad, el patriotismo, la vocasion de servicio y la lealtad al ideario bolivariano. Con chávez todo sin chávez nada. Es un compromiso de la militancia con el lider fundamental de la revolucion como representacion de los intereces de las mayorias de los pueblos de nuestra america.

 

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