Opinión

27.Ene.2015 / 08:19 am / Haga un comentario

Por: Jhonathan Sánchez

@jhonathansanche

Comienza el primer trimestre del año 2015 con diversas batallas, grandes batallas en medio de la misma guerra inconclusa del año 2014 y que comenzó hace algunas décadas cuando las oligarquías venezolanas decidieron entregar La Patria toda a intereses extranjeros. Hoy sufrimos las consecuencias de ese yugo histórico, crímenes de guerra contra el pueblo venezolano.

Recientemente un humorista redactó una carta de burla haciendo el papel de Dios, a la que se refirió el presidente Maduro en la presentación de su memoria y cuenta ante la Asamblea Nacional. Hay muchas cosas ciertas en medio de esa bufonada y es precisamente que somos una patria bendita por la diversidad de recursos que poseemos para ser una potencia. También Maduro, en el desarrollo de los mega pdvales a cielo abierto, reitera algo similar sobre que tenemos todo para ser un país potencia en este hemisferio. Ambas posturas demuestran lo mismo, las condiciones naturales afirman dichas aseveraciones pero las razones del por qué no lo somos, por qué atravesamos situaciones difíciles y dependemos de un solo recurso para que nos sostenga el mercado y garantice importar en divisas lo demás que consumimos, nos remontan al primer párrafo de este texto. Los que acusan al Gobierno, el pueblo y hasta los analistas de las coyunturas que atravesamos permanentemente, todos somos víctimas de la destrucción progresiva de esa bendición a la que se refiere Laureano Márquez en su escrito. Somos herederos del desastre, pero no por ello es culpa de un proceso que pretende fundamentalmente transformar el Estado que rige y estandariza la depauperación como única vía de mantener el hoy, el ahora más o menos estable, a punto de derrumbarse pero pendiendo de un hilo siempre, no es culpa de la Revolución y mucho menos de la intención de la construcción del socialismo como proyecto alterno al que existe, para así salvar esta Patria, nuestra Venezuela con todos sus recursos.

Más allá de cualquier análisis sobre la situación económica y posibles salidas, debemos comprender y asumir que aunque sean exitosas terminan siendo transitorias si la transformación estructural no termina de darse, por lo que es conveniente para todo ser viviente de esta tierra que se materialicen finalmente los cambios y la construcción de un nuevo modelo (el socialista) como la propuesta más coherente y conveniente para hacernos dueños otra vez y como nunca antes de las potencialidades que nos ofrece vivir sobre un territorio con las potencialidades de esta Venezuela, la que nos proveyó Dios, el Dios del que tanto se ha hablado en los últimos días.

No hay razones para que no entren divisas por cada turista que viene a apreciar nuestras bellezas naturales; no hay razón de no exportar cada plátano que consumen en el hermano país de Colombia de manera formal, que garantice el ingreso de divisas y no se lo lleven de forma ilegal los privados que no quieren este país; no hay razones para que falte la harina ni ningún otro producto que dependa de la producción de la tierra, porque poseemos las mejores para tales fines; no hay razón para no producir sino es sólo por razones en contra de todas y todos los que aquí vivimos. Entonces la culpa no es de este Gobierno, de la Revolución y mucho menos del proyecto socialista, los culpables son los mismos históricos que vendieron por pedazos nuestra Patria y crearon las condiciones para dominar por pedacitos las áreas más sensibles para el crecimiento económico a favor de todos y para maniobrar situaciones a favor de los intereses que tenga el que administre su pedazo. Hasta el marco legal fue diseñado de manera acomodaticia para algunos, y nunca sino hasta ahora han prevalecido los intereses de la mayoría.

Ningún país, su estabilidad y la de sus habitantes debe depender del estado de ánimo de seis empresas y sus capitales. Nosotros, desde el llamado de Chávez a las calles a despertar, hemos decidido ser soberanos, libres e independientes, y cueste lo que cueste recuperaremos el valor de nuestra tierra, como nuestra de verdad. La Revolución está destinada a ser hegemonía en mayoría, ejercer el poder a plenitud y tomar el control absoluto de cada arista de desarrollo para consolidar los cambios a favor de todos y todas y así hacer valer la bendición de ser venezolanos y de seguir viviendo en Venezuela. ¡Ganemos la guerra!

 

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