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21.Feb.2017 / 10:13 am / Haga un comentario

Foto: Misión Verdad

Foto: Misión Verdad

Pero todavía es osado y determinista afirmar con seguridad que los grupos de poder que lo apoyan ya fueron derrotados. Otra tesis plantea que el contencioso Flynn no termina de descarrilar lo que ya fue decidido. Dato perfectamente verificable: las bases legales de las medidas más controversiales de la Administración Trump son de tiempos de Obama.

Lo que incluiría el expediente iraní como caso cerrado, y la actuación del defenestrado Michael Flynn como fuera de lugar y de guión. Y que el realineamiento continúa, a pesar de la intensidad del conflicto, que por sí mismo va en ascenso, con victorias y derrotas (para ambos frentes) en diversos puntos álgidos de la agenda (para dividirla en grandes rasgos) que se establezca con mayor fuerza.

Trump entró como presunto mandamás de la Casa Blanca como el gerente que es, con sus respectivas tácticas del ámbito del mundo de los negocios. En primer lugar por la lógica persuasiva con la que continuamente capta la atención del público e interfere en los ciclos noticiosos.

En segundo, porque su estilo de negociación, que es el mismo que siempre ha empleado (al punto de sacar un libro al respecto), es agresivo y «sin tomar prisioneros» en la primera etapa, forzando los extremos, para que dentro de esos límites, dicen, arrimar el objeto en discusión hacia posiciones intermedias, haciendo más manejable la concreción de equis asunto.

A lo que se le agregaría, según esa misma interpretación, el modo de llegar a la Sala Oval y la forma de hacerse notar como el nuevo gerente que llega a la oficina y que con actos marca el cambio con el liderazgo anterior.

Pero, dialécticamente, y en tercer lugar, pareciera haberse topado con el error de cálculo mayor que significa trasladar el modo de llevar la Trump Tower con la madeja de poder, con su complejo e imbricado corretaje del que la Casa Blanca es apenas un nodo crítico; imposible que ofreciera los mismos resultados. Cada error o acierto puede ser decisivo, y con poco margen.

Y mientras aprende (opinan defensores bastante lúcidos), se establece entonces una batalla contra el tiempo. Una competencia que pareciera traducirse en una suerte de carrera por quién impone primero el modo de llevar los temas políticos críticos por la vía de los hechos, apuntando a que sea difícil técnica y legalmente su reversión una vez que salga al ruedo. O avanzar.

Sea como sea, mientras continúa lo que algunos acuñan una «guerra civil política» sin siquiera todavía tocar el polvorín social (algo sobre esto más adelante), queda claro que los operadores de la continuidad, valiéndose de la poderosa red de activos dentro y fuera del gobierno, en los medios y en el aparato de seguridad, han asumido como prioridad dejar anudada la política exterior.

Y ese apresuramiento ya se viene traduciendo en los focos más dinámicos y los intereses estratégicos sobre ellos. Aprovechando, de paso, los puntos que ya consideran debilitados por la guerra o los procesos ya avanzados de desestabilización interna. Antes que China, Rusia o Irán: Siria, Ucrania, Venezuela y ¿Filipinas?

Y particularmente en el caso de nuestro país, así por un tiempo fue disminuida su exposición/criminalización habitual en los medios de Globalistán, su intermitente mención demostraba no sólo el interés constante de los tú-sabes-quiénes y su gente local, sino que fue un punto de paso crítico en la ratificación de parte del gabinete Trump, y que puso una vez más en primer plano al lobby que continúa encargándose de montar el «Día D» contra la República Bolivariana de Venezuela.

A un mes de haber asumido, confiado en el impacto de las medidas y las prioridades internas que signaron el inicio de su gobierno, con la contraofensiva del oponente en materia exterior (y con el apoyo duro de los factores fuera de Estados Unidos que integran la dinámica del sistema, su status quo), todavía faltan movimientos.

La esperanza en la materia estaba puesta en otro lado.

La agenda contra Venezuela: el orden de los factores

Ya en este punto es repetir, pero lo primero que no se puede perder de vista es que el desarrollo del expediente Venezuela para los Estados Unidos es la continuación del mismo programa. Programa que, por lo demás, también reproduce canónicamente el patrón de agresiones de las operaciones de cambio de régimen y presiones variadas (oficiales y extraoficiales) que ha caracterizado la relación Estados Unidos-Venezuela.

Fuera de la visión general de la posibilidad Trump en política exterior, la actitud estructural no varía, y tiene al Senado y la Casa de Representantes (las dos cámaras del poder legislativo) en el centro de las maniobras. Es la decisión bipartidista (bipartisan) que señaliza un interés superior entre las facciones, y que de cualquier forma iba a ejercer toda la presión necesaria para que ese sea la carpeta operativa sobre Venezuela. No es más que la profundización del ciclo inicado con la Declaración Obama de 2015.

Y a pesar de que las figuras más visibles en la vanguardia de las acciones hayan sido o abiertamente pro-Hillary (como Bob Menéndez, demócrata) o anti-Trump como el republicano Marco Rubio (ese senador que representa todo lo que Kico hubiera sido en el presente si Doña Florinda hubiera sido cubana anticastrista, y La Vecindad quedara al sur de la Florida), en tanto lobby todavía tendría ascendencia dentro de la Administración Trump, por la vía israelí, que mucho ha cultivado Ileana Ros-Lethinen.

Así entonces, y como un vector menos visible que la crisis interna o el contencioso de las relaciones con Rusia, el apremio de los primeros pasos en nuestra dirección (las sanciones contra el vicepresidente El Aissami y la foto-operación con Lilian Tintori en la Oficina Oval con tuit de Trump), ambas capitaneadas por Marco Rubio, podrían verse como maniobras de segundo nivel sobre la trama general, tomando en cuenta que todo esto pasó en paralelo con el ya mil veces referenciado caso Flynn cooptando la atención. Algo así como una emboscada sobre un flanco todavía no considerado prioritario. Pero no por eso menos importante. Que de eso seguramente está al tanto el Secretario de Estado, Rex Tillerson.

En resumen, continúa la guerra híbrida contra toda la región, sólo que redomados y en franco proceso de desmantelamiento interno por, digamos, medios propios, Brasil y Argentina; los ataques por separado a lo restante del subcontinente (Ecuador y Bolivia); y el estatuto de subordinación absoluta habitual de otros (Colombia, Perú), Venezuela sigue siendo el ángulo crítico indiscutible, en términos (geo)políticos y energéticos. Algo que no sólo incide al sur sino que también se proyecta en toda la cuenca del Caribe y Centroamérica.

Ya no serán Otto Reich y Negroponte, sino Marco Rubio y Mark Feierstein, pero la línea es la misma. Y empleando las mismas acciones tácticas de la guerra no convencional, la aplicación de sanciones y bloqueos, del capitaneamiento de movimientos políticos creados para la ocasión y de la operación informativa de criminalización extrema que va de las ONG al cartel mediático a las «instancias internacionales», una y todo a la vez. Mientras que los diputados en desacato, hacen lo posible por exteriorizar el conflicto, en desbordar las fronteras.

Pero ya no todo es tan simple, y que el movimiento contra Venezuela se haya dado en un formato tan sibilino no habla precisamente de una fortaleza, sino de todo lo contrario. Y es que tampoco hay forma de que se logre concentrar todo cuando el resto sigue en franco movimiento y cargado de volatilidad.

La guerra interna gringa sí ha disminuido al imperio. El hecho de que hoy en día ocurra la contienda, y que el 95% de los medios mainstream operen del bando del status quo saliente y contra el gobierno entrante describe, mientras que las tensiones describen incluso las señales de una guerra civil más generalizable y un choque de fuerza con expresión territorial, disminuyendo la concentración.

Un enemigo común: CNN contra ellos y nosotros

La línea globalista contra la aislacionista también tiene sus soldados, su vanguardia y sus operadores del mismo modo que el bando contrario. La línea maestra de ambos campos generales podrían definirse a partir de la lógica que alguna vez planteó The Saker: mientras la primera prefiere sacrificar al país (a los Estados Unidos) para preservar la hegemonía global, la segunda prefiere sacrificar (provisionalmente) el imperio para concentrarse en el país.

La mecánica de desestabilización acostumbrada, cuando no es una invasión directa a lo Irak o Afganistán, de acuerdo a la pauta globalista que se ha signado en la continuidad desde Bill Clinton, con la toma del poder por parte de los neocon con Bush y con la intensificación de los aspectos (neo)liberales de ese modelo acentuados por Obama/Hillary son y han sido el método de confrontación por excelencia. La matriz de donde nacen las guerras por delegación (proxy), las revoluciones de colores, las sanciones y las intervenciones «humanitarias».

Son la primera etapa de componentes del smart power que tanto ostentó doña Clinton en su mejor momento (ya pasado). Pero la sustancia para actuar requiere de relato, porque si no, no vende. Es aquí donde aparece el papel estelar de los medios de comunicación, el complejo industrial de los derechos humanos (ONG + políticas de identidad) en ese envión ultraliberal que trata a los movimientos conservadores (en el sentido más amplio) que se aglutinan contra Trump.

Y ahora sí entramos en el ámbito de la línea de producción del famoso asunto de los fake news (las noticias falsas), y la campaña con que los medios principales del mainstream elaboran la historia unificadora contra su objetivo. Misma base que como elemento movilizador, como certificador de la «verdad», sienta las bases para los procesos disruptivos de desestabilización y calle.

Lo muchas veces dicho en diversos momento por Misión Verdad: una facción de la élite emplea los mismos mecanismos de desestabilización empleados en el mundo árabe, Ucrania y Venezuela pero esta vez para derrocar al propio gobierno de su país. Y al frente capitanendo la marcha se encuentra CNN.

No da (ni interesa) detallar en este (de por sí ya largo) artículo, pero tampoco se trata de un secreto sumarial. Han sido varios los encontronazos entre Trump y CNN, Trump y el New York Times, entre el nuevo equipo de prensa de la Casa Blanca. Los medios mainstream que llegan hasta los tradicionales de izquierda, como Mother Jones, vía Soros (el globalizador del Partido Demócrata), tuvieron un papel beligerante a favor de Clinton en toda la campaña y hoy en día están en el centro de la batalla, tanto golpeando como recibiendo.

No hay revelación «filtrada» al Washington Post o al New York Times que luego no sea propagada como artículo de fe por CNN, en operaciones bastante crudas. Del mismo modo que nada de casualidad tiene el «especial» de CNN en español contra Tareck El Aissami a propósito de una trama en que se le atribuye la entrega de pasaportes a «terroristas islámicos», cuando el «testigo estrella» está procesado por acoso sexual, y el resto de los nombres involucrados, en realidad lo estuvieron con la entrega de pasaportes a otra gente muy distinta: a los paramilitares colombianos detenidos en la finca Daktari en 2004.

Por lo que en el proceso, CNN certifica, blanquea e impone esa variable del «sentido común» dizque liberal que ha sido pauta, norma base y atalaya ideológica del establishment gringo, el europeo, etc. Todo esto muy de suyo certificando lo ocupado que están en derrocar e imponer todo lo que pudieran al mismo tiempo y en todas partes. Pero ese echar el resto, en términos monumentales, sale caro.

En un gesto brutalmente irónico de la vida, Trump está siendo acusado de incapaz, de estar desequilibrado mentalmente (y por lo tanto imposibilitado para gobernar), totalmente criminallilzado por los medios y su principal respuesta en esto de la guerra ha consistido en esquivarlos como fuente vía twitter o con el contacto directo. Algo que acaba de hacer en Florida, contrarrestando la desconexión que se imponía.

Hace poco los declaró «enemigos del pueblo norteamericano». En contrapartida, Jeff Zucker, presidente ejecutivo de CNN, por su lado afirmó que los ataques de Trump son un envión moral «para los empleados del canal».

Así, en una vuelta muy extraña donde «el enemigo de mi enemigo no es mi amigo», existen estos complicados puntos de coincidencia, mientras un lado termina de destruir al otro y en el mientras tanto lo más seguro es que el país norteño se siga viniendo abajo, entrando a una parálisis similar a la pretendida contra nosotros.

Puesto que CNN y las últimas sanciones en el contexto políitco venezolano, se llevaron por delante hasta al Vaticano aquí en Venezuela.

Dos certezas que hay que reiterar: 1) todo lo dicho y sostenido sobre la pérdida de importancia de Venezuela se niega a sí mismo al ser la primera señal en tanto acto de gobierno en toda la región (las estúpidas conversaciones con Macri, Santos y Kuscinski son eso: estúpidas conversaciones que sólo tributan a calentar el expediente venezolano) y 2) Estados Unidos entra en una profunda crisis de credibilidad sea cual sea el resultado de todo lo dicho hasta ahora.

Oscar Parrilli, el último jefe de la Agencia Federal de Inteligenca de la Argentina, la AFI en los tiempos de Cristina, en una recomendable entrevista a la versión en español de Russia Today señaló que la diferencia entre la Operación Condor de los 70 y la que hoy se desarrolla en América Latina estaba en su implementación: mientras que en los 70 operaba sobre el estamento militar sino que opera sobre los medios de comunicación, el sistema judicial y los servicios de inteligencia, engranados en un «mecanismo perverso».

¿No suena como parecido, al menos el método?

En algún punto se dijo que el imperio está debilitado. Y no es algo que dice uno sino tesis coherentes que señalan que el actual estado de tensión y confrontación en los Estados Unidos de por sí demanda su buena carga de energía política, más cuando en la calle sí existe el miedo, la confrontación, la división profunda, las tramas oscuras, los problemas económicos y laborales de todos los días y la misma depauperización de la calidad de vida que el resto del mundo, algo que en el país de la clase media pega más. En el fondo de todo esto por un lado se reúnen firmas para realizar un impeachment contra Donald Trump y por otro se reúnen firmas para quitarle la ciudadanía estadounidense a George Soros.

Esos vaivenes también contribuyen al grado de peligrosidad, incertidumbre y descentralización operativa de cuanto grupo de poder, demente y globalizado, que a todo nivel vemos hoy en día y claramente apunta contra nosotros.

Qué momento.

Por: Diego Sequera

Misión Verdad

 

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