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12.Dic.2022 / 09:34 am / Haga un comentario

Foto: Internet

La crisis política peruana se ha hecho endémica. La seguidilla de seis presidentes que fracasan en su intención de permanecer en el gobierno no más de siete años. De esa media docena de mandatarios hay presos, señalados por corrupción y hasta un suicidio que se anticipó al escándalo. Es bastante precario el respaldo popular a cualquiera de las distintas instituciones que tratan de sacudirse el desprestigio que también arropa a los poderes públicos, especialmente al Parlamento.

El problema arriba señalado está relacionado directamente con la histórica inmovilidad social y económica, fenómeno que se agrava producto de la aplicación de un rancio neoliberalismo, tan rancio como la oligarquía que desde siempre controla todos los factores de poder en ese país: medios de comunicación, iglesias, fuerzas armadas, policía, sistema financiero, sistema judicial, partidos políticos. Y súmesele a esto el desprecio por los pueblos originarios en una nación en la que estos son mayoría.

Ese es el Perú en el que Pedro Castillo se hizo con la presidencia, con una agenda de propuestas progresistas que lo hacían ver como un hombre cercano a la izquierda. Sin embargo, este maestro de escuela rural prestado a política no pudo con la ofensiva de la derecha y la extrema derecha atrincherada en el Congreso. Y ante las vacilaciones y contradicciones de un ingenuo y tímido mandato, el abandono de sus promesas electorales, los cambios obligados de ministros (modificó su gabinete cuatro veces en 16 meses con más de 50 designaciones distintas), fue dejado a un lado hasta por el principal partido político, Perú Libre, que lo llevó al Palacio de Gobierno. Y el colmo del colmo fue dejarse tomar de la mano del nefasto Secretario General de la Organización de Estados Americanos, Luis Almagro, para que lo llevara rumbo al abismo en el que finalmente cayó de bruces, al jugar posición adelantada y tratar cerrar el parlamento hasta nuevo aviso.

Podría concluirse que Castillo no ha leído con atención suficiente a Nicolás Maquiavelo, quien, en su clásico “El Príncipe”, recomienda llegar con fuerza a todo aquel nuevo que llega al mando sin tener aliados en los sectores tradicionales. Tampoco pareciera que tuvo presente los casos de Bolivia (golpe en contra de Evo Morales), Ecuador (traición de Lenín Moreno) y Venezuela, países en los que se desarrollan procesos históricos que con victorias y derrotas demuestran que las democracias populares viven en riesgo permanente.

Alfredo Carquez Saavedra

alfredo.carquez@gmail.com

Caracas

 

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