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Foto: Referencial

Por: Geraldina Colotti

Brillante y empático, el presidente Nicolás Maduro asistió a las jornadas en recuerdo de la desaparición física del Comandante Chávez, el 5 de marzo de 2013. Diez años vividos peligrosamente, pero siempre confirmando que Chávez había visto justo cuando, regresando de Cuba para despedirse de su pueblo, lo había propuesto como su candidato. El pueblo también lo había visto bien, confirmándolo varias veces con su voto.

Y ahora, después de 25 años, la revolución bolivariana reflexiona, discute y produce en torno a la propuesta de las 3R. Net: Resistencia, Renacimiento, Revolucionarlo todo, por una Nueva Etapa de Transición al Socialismo. Y que no sea solo una consigna, sino un proyecto fundado, que ha madurado en estos años de ataque multifacético a la revolución bolivariana con un trabajo colectivo fuerte y cohesionado, lo testimonian también los datos económicos, que indican una clara recuperación de Venezuela.

Maduro sigue al mando de todo esto: también se ha reconfirmado al frente del Psuv, el partido de Chávez, el más grande de América Latina, que ha sostenido con firmeza el timón frente a la ofensiva del imperialismo. Una ofensiva que lamentablemente ha encontrado terreno fértil en Ecuador y también, inicialmente, en Bolivia, y en Brasil, socavando en gran medida el proyecto de integración latinoamericana de la Patria Grande, soñada por Bolívar y puesta en marcha por Chávez con aquella primera rebelión cívico-militar del 4 de febrero de 1993. Y, no en vano, el corazón de los omenajes por el décimo aniversario de la desaparición de Chávez fue el Cuartel de la Montaña, donde descansan sus restos.

Pero ahora -dijo Maduro en una entrevista con el economista argentino Alfredo Serrano en el programa La Pizarra- estamos en presencia de una ola progresista en el continente, e invitó a los pueblos a «estar atentos». Venezuela -explicó- ha reactivado alianzas estratégicas con la Colombia de Gustavo Petro, con Brasil de vuelta a la izquierda con Lula, y con la presidenta de Honduras, Xiomara Castro de Zelaya. Una ola «más diversificada y diferente», precisó el presidente, pero que ofrece espacios para la reunificación de las fuerzas progresistas de la región y que permitirá reactivar instancias de integración como la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), y sentar las bases para el desarrollo adicional de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).

Por supuesto, no se debe subestimar la «ola expansiva» de extrema derecha, impulsada por el imperio estadounidense que busca sentar las bases de proyectos antidemocráticos, totalitarios, excluyentes e ideológizados, para generar intolerancia y odio en las sociedades latinoamericanas y en el mundo.

Sin embargo, mientras Venezuela continúa en su camino de progreso y crecimiento en los diversos sectores, con el objetivo de contribuir a la construcción de un mundo multicéntrico y multipolar, “un mundo nuevo, por un destino común para toda la humanidad”, el imperio estadounidense se encuentra en una fase de declive histórico, y esto dará nueva vida a la integración latinoamericana y caribeña.

La nueva ola progresista -prosiguió el mandatario- allana el camino frente a la crisis estructural del modelo capitalista impuesto por las oligarquías: porque -afirmó- el imperialismo «no tiene nada que ofrecer a los pueblos, sino miseria, desigualdad, represión, persecución y falta de democracia”. Por ello, el mandatario se dijo «muy optimista» de que América Latina y el Caribe tendrán un futuro más libre, más independiente, justo e igualitario».

Y cuando Serrano mencionó al extinto Grupo de Lima, Maduro apeló a la ironía, recordando que, a pesar del gran aparato concreto y mediático puesto en marcha para dar fuerza a una institución artificial, creado por los EE.UU como arma de destrucción del proceso bolivariano, y apoyado por sus vasallos (entre ellos Europa), este grupo ha desaparecido: «limitado -dijo- por su propia inmoralidad y quienes lo conformaron han quedado manchados ante la historia».

Del mismo modo -recordó el presidente- las ambiciones del «autoproclamado» fueron al basurero de la historia, y el terminó cocinándose en su propio caldo sin que hubiera necesidad de emplear métodos contundentes.

Al acercarse su mandato de 10 años, Maduro considera que no ha habido “momentos de total alegría, ni de infelicidad, en medio de la batalla que nos ha tocado”. Los ataques recibidos, y que ahora encuentran un nuevo impulso en la perspectiva de las elecciones presidenciales de 2024, tenían como objetivo “destruir nuestra moral. Creen que destruyendo a Maduro -dijo el presidente- destruyen al gobierno bolivariano. Lo mismo hicieron con Chávez, pero nuestro proyecto es apegarnos a la verdad”.

Así, también para las próximas elecciones –dijo Maduro-, “tenemos las mismas expectativas. La legitimidad del presidente o presidenta del país no va a depender de lo que diga el imperio. Tras la derrota de Guaidó, el país seguirá su camino”. Un camino diferente, que cultive «el antiego y el antiindividualismo», reiteró el mandatario.

Luego, respondiendo a una pregunta de Serrano sobre por qué muchos de esos países que habían patrocinado al autoproclamado ahora “lo reconocen como presidente”, dijo: “La guerra de Rusia y Ucrania ha acelerado muchas cosas en el mundo y en Venezuela está la reserva de petróleo más grande del mundo, por lo que ahora podrían ver lo bonito que soy».

Mientras tanto, entre una contorsión y otra, entre un lanzamiento de candidatos ficticios y una escopeta, la oposición extremista parece haber decidido fijar las primarias para el 22 de octubre. El partido Primero Justicia relanzó la candidatura del exgobernador del estado Miranda, Henrique Capriles, quien perdió en 2013 frente a Maduro y en 2012 frente a Hugo Chávez: no precisamente una cara nueva, pero en términos de derrotas, con experiencia comprobada.

 

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