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4.Nov.2015 / 09:30 am / Haga un comentario

Foto: Telam

La apuesta era una sola: el nocáut técnico. «Vamos a derrotar a estos tipos por cansancio», le dijo en secreto Néstor Kirchner, por entonces presidente de Argentina, a su par venezolano Hugo Chávez, en aquel cuadrilátero de trajes y corbatas de la cumbre de Mar del Plata, se disputaba la última pelea contra el Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA).

«Aquí en Mar del Plata está la tumba del ALCA», dijo el comandante Chávez ante el pueblo argentino que vitoreaba la frase «¡Alca, al carajo!», el día 4 de noviembre de 2005 desde el estadio José María Minella de Mar del Plata, Argentina.

«Era una confrontación de siglos: Monroeismo vs. Bolivarianismo», diría Chávez en 2012 para recordar aquella cumbre que culminó el día 5 de noviembre, cuando la voz de Mercosur junto a Venezuela, le dirían que no a la pretensión de imponer el tratado, amén del neoliberalismo.

Los primeros golpes empezaron temprano. Luis Inácio Lula Da Silva negó el respaldo de Brasil al ALCA, seguido de Tabaré Vásquez por Uruguay y Nicanor Duarte por Paraguay. Venezuela, naturalmente, tampoco respaldaba el tratado que se quería imponer a la región por mayoría simple. Kirchner alzó la voz con aquella expresión, tan natural de latitudes sureñas: «Aquí no vengan a patotearnos».

Sin embargo, conforme avanzaba el día, los presidentes de Brasil, Uruguay y Paraguay debían dejar el recinto para seguir la agenda de sus respectivos países. Rápidamente, Kirchner se acercó a Chávez para definir la táctica final: «Cuando yo necesite ganar tiempo, te doy la palabra. Debes estar pendiente».

«Y de repente, varias veces, (Kirchner decía) ‘tiene la palabra el presidente de Venezuela’ y yo no había pedido la palabra. Y eso no lo soportaba (el presidente de Estados Unidos, George) Bush», contaría Chávez después. ¿El resultado? Después de ocho horas de debate prolongado, el mandatario norteamericano abandonó la cumbre junto a su canciller, Condolezza Rice. Habían ganado por nocáut técnico.

Esa victoria diplomática no sólo se traduciría en la derrota del Alca, sino en el nacimiento de mecanismos de integración regional como la Alianza Bolivariana para los pueblos de nuestra América (Alba), la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y la Comunidad de Estados Americanos y Caribeños (Celac).

Años más tarde, Chávez recordaría ese episodio como la batalla de Mar del Plata: «Si no llega a tiempo Lula, si no llega a tiempo Néstor y Tabaré, en Mar del Plata se hubiera aprobado el Alca. Porque nosotros nos hubiésemos quedado solos otra vez, como nos quedamos en Canadá, solos. Yo levanté la mano solito: Venezuela no está de acuerdo».

El Comandante Chávez se refería a la cumbre de las Américas celebrada en Canadá en 2001. Allí, solo, alzó su voz en contra del libre comercio: «Porque en verdad era un canto general —diría el líder de la Revolución Bolivariana—, que me perdone Neruda, al neoliberalismo. Era un coro: El Alca, el neoliberalismo, el fin de la historia. Y recuerdo que Fidel me decía: Métele el ojo al Kirchner».

La agudeza de Fidel no falló. Después de ese encuentro en Canadá, Kirchner llamó a Chávez y empezó una relación muy cercana que sirvió —entre otras cosas— para lograr la derrota, cuatro años más tarde, del proyecto de entrega de la región a los intereses de Estados Unidos. Por eso, con justicia, el líder bolivariano admitiría ante los medios con sonrisa de complicidad: «Néstor es un buen conspirador».

VTV

 

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