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26.Dic.2019 / 04:13 pm / Haga un comentario

Por: Numa Molina

Si, al descampado, en un lugar insignificante a las orillas del poblado donde sólo tienen acceso los que ni siquiera se contaban en aquella teocracia. Ese fue el espacio que quedó para Dios en una sociedad que para todo invoca a Dios.

Era la sociedad de los sepulcros blanqueados, de los hipócritas que iban ocupando el turno en cada época como los manda más del templo. Para esa sociedad las penurias del pobre eran desconocidas.

Para esa sociedad sólo existen los correligionarios que vivían aferrados al templo, que cumplían con los 613 preceptos que se habían construido a partir de la Ley de Moisés. Es el contexto social  que encuentra Jesús al nacer en el que él tampoco cuenta porque, al igual que las masas marginadas de su tiempo, él viene también de la periferia, es otro más cuyo origen es la exclusión existencial.

Jesús en aquel descampado entra a formar parte de los millones de seres humanos de ayer, de hoy y de siempre que ni siquiera cuentan en las estadísticas, los desahuciados.

El niño de Belén es un Dios  que nace ya condenado por las cúpulas de su tiempo y las de hoy, a ser un don nadie. Y si es alguien en aquella sociedad  es porque ella misma se construye un dios a su medida pero no es el Dios del pesebre.

Jesús es buena noticia para los pobres no obstante hoy, un sector minoritario pero influyente de la Iglesia, olvidando su papel de ser sacramento de Cristo le ha puesto ropajes de niño rico de palacio y viven un cristianismo de salón, a su medida.

El Jesús excluido de nuestro tiempo en AL vive en las  «periferias existenciales»  el término me parece inspirador, no obstante, periferia  a pesar de ser metafórico nos remite más a lo geográfico, en cambio las exclusiones existenciales no están sólo en las márgenes de la ciudad sino que son exclusiones en cualquier espacio.

Los Excluidos no cuentan ni para lo político, ni para lo religioso y menos aún para los más elementales derechos, por eso se les priva de hablar, de exigir lo mínimo, y cuando lo hacen son tildados de delincuentes y desadaptados.

Estos Excluidos existenciales son las masas condenadas en Chile a vivir el silencio cuando se niegan a ser consumodependientes de un sistema que los necesita pero alienados.

Son los indígenas y campesinos bolivianos  hoy  perseguidos y masacrados porque otro de su misma raza despertó y los despertó de su exclusión.

Son las fabelas brasileñas que comenzaron a tener personalidad propia, son los haitianos de los corredores de pobreza extrema que sueñan con otro Haití posible. Son las multitudes conscientes de venezolanos y venezolanas que en vez de cruzar fronteras para escapar del bloqueo genocida de los Estados Unidos se resiste hasta lo inimaginable, se lanza a las calles y a la lucha, toma los espacios y se pone a construir iniciativas nuevas aún cuando su conducta indigne y confunda al opresor del norte. Ser excluido existencialmente como el niño de Belén no tiene relación con el espacio geográfico, basta que pienses en liberación, basta que tengas libertad de espíritu para que te cataloguen de subversivo, tira piedra, revolucionario, comunista.

Meditar la Navidad hoy es retrotraer a nuestras realidades la misma exclusión marginal que vivió el Dios cristiano ya desde su encarnación en la historia humana. Meditar la Navidad hoy es toparse en las encrucijadas del mundo con los millones de excluidos que están despertando y se convierten en  denuncia  atemorizante para los poderes religiosos y políticos. Esos poderes que quieren seguir viviendo desde la tranquilidad palaciega, mientras en la exclusión un niño nace y manifiesta que ha venido para para los pobres como él, de hecho son unos insignificantes pastores que ni casa tienen, los primeros en reconocerlo como su Salvador.

Cuánto necesitamos purificar de brillo y lujo nuestro cristianismo para quedarnos desnudos con él, desde el pesebre o desde la cruz. Porque en Navidad celebramos a un Dios extraño para esta sociedad de consumo, que nació en un establo y murió en una cruz.

Extraño Dios que ya  por sus opciones  se convierte en denuncia subversiva y peligrosa para los poderosos de todos los tiempos. No en vano Herodes intentó quitárselo de en medio antes que se convirtiera en inspiración incesante para los de su clase.

Hoy desde América Latina celebrar la Navidad es comprometerse de nuevo con Jesús en las luchas de los pueblos, caminar a su lado y enseñarles que el proyecto del Reino es para que tengan vida y no una vida mediocre, sino una vida abundante, derecho este que una minoría avasallante y egoísta le ha negado ya desde el primer día de coloniaje español en esta tierra India.
Jesús del pesebre tiene hoy rostro indígena y mestizo, callejero y subversivo que ya no soporta más el estatus quo impuesto por las oligarquías al igual que hace dos mil años cuando entró  en la historia por lo mas humilde de un comedero de animales.

Feliz Navidad

 

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