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15.Feb.2022 / 04:27 pm / Haga un comentario

Foto: Referencial

Por Jimmy López Morillo

Vuelve uno sobre los mismos pasos, a voltear hacia el cielo, hacia esos lugares por donde se supone, espera y se deposita la profunda fe en que anda Dios, sin poder evitar la queja ante quien se supone no solamente es nuestro padre, sino también nuestro mejor amigo: Coño, panita, ya está bueno, viejo, de tantas partidas prematuras.

Porque no se trata de que se nos atraviese esa señora a la cual algunos la pintan con capucha y guadaña segándonos la vida, sino lo seguido, pero sobre todo lo injusto.

La Chiche Manaure nos decía hace días, con su voz y sabiduría de cantora, que estaba cansada de la muerte; ella, que como muchas y muchos ha puesto todos sus caminares al servicio de la lucha precisamente por la vida, siente como todas y todo por estos días el peso de esa indeseable acompañante. Compartimos su angustia, su dolor al ver cambiar de paisaje a tantas y tantos camaradas, a veces con demasiada antelación.

Y nos vuelve a ocurrir con nuestro hermano Oscar Palacios, el de la sonrisa interminable en ese rostro rojizo portador de tantas solidaridades, el de la palabra cauta y oportuna, de la mirada sagaz, aguda, del análisis profundo sobre los temas más complejos de la vida nacional e internacional, pero por sobre todo, al menos en nuestro caso, el de las frescas tertulias en las cuales podíamos durar horas intercambiando opiniones sobre distintos temas, que iban desde la política hasta el deporte.

Tal vez hace  unos tres meses, en la última conversación que sostuvimos, nos ofreció algunos consejos para el libro pendiente sobre nuestros 40 años en el periodismo. Fueron observaciones puntuales, críticas, sin concesiones, tal y como acostumbraba. “Duro y curvero” solía ser, si apelamos ahora al lenguaje de su deporte predilecto, el beisbol, en el cual compartíamos militancias caraquistas.

Era nuestro jefe en la Comisión de Contenidos de la Vicepresidencia de Agitación, Comunicación y Propaganda del PSUV, que lidera nuestra camarada Tania Díaz, y por ello casi todas las semanas solicitábamos su opinión sobre el tema a desarrollar para la página del partido. “Lánzate con éste, don Jimmy”, solía expresarnos, luego de hacer sus análisis sobre los acontecimientos que marcaban la pauta día a día. Esbozaba algunas líneas básicas para que las desarrolláramos, siempre dejándonos el camino abierto para que soltáramos con total libertad las amarras de nuestra redacción. “Te lanzaste duro, don Jimmy”, celebraba luego, a veces perdido entre risas.

De sonrisa espontánea, cultor del sarcasmo, también portaba el fuete de la crítica, la lanza en ristre frente al enemigo imperial desde su trinchera de letras, insomne revolucionario, solidario sin límites, leal colaborador, voraz lector, buen aunque tímido poeta, verbo inclemente cuando así lo requirieran las circunstancias, todo envuelto en una personalidad absolutamente apacible, aunque indoblegable ante las acechanzas a las cuales ha estado sometida la Patria en estas poco más de dos décadas.

Nacido en la parroquia San Juan de Caracas en  1967, vivió en Macarao durante varios años. Graduado de bachiller en el Santos Michelena de la pquia. San José, obtuvo el título Cum Laude en Letras en la Universidad Central de Venezuela a comienzos de los 90 –por Secretaría, pues evadía los actos protocolares-, para luego estudiar periodismo, carrera en la cual solo le faltó la tesis de grado.

Compartimos en la Agencia Venezolana de Noticias (antigua Venpres), fue director del diario De Frente en Barinas y de Temas de Venezuela, mientras que en la actualidad era Jefe de Departamento de Artes del INCES y gerente de Comunicaciones de Fundelec, entre otras responsabilidades.

Es una huella imborrable de un tránsito vital, en el cual prefirió siempre andar de muy bajo perfil, casi en silencio, disfrutando de un anonimato en el cual navegaba placenteramente.

“Don Jimmy”, nos dijo en el último mensaje que intercambiamos el 7 de enero, en el cual nos ofreció detalles de su enfermedad, para re luego rematar: “Moraleja; uno no debe vivir como si fuera eterno y debe disfrutar de las vainas sencillas, como esas cervecitas que nos debemos  y que tantas veces aplazamos por pendejadas nuestras”.

Nos faltó tiempo, Don Oscar, no solamente para las cervezas, sino para tocar a fondo tantos temas pendientes, para hablar largamente de la pauta de la semana en esas tertulias que desflorar variados puntos.

Nos faltó tiempo, para evitar esta amargura inundando unas letras, unas palabras, un texto desarmado, descaminado, sin rumbo ante esta ausencia que nos lacera el alma.

Ahora es de tu cambio de paisaje del que debemos escribir, como lo hemos venido haciendo desde hace 37 años sobre el de Alí, como nos ha tocado hacerlo sobre tantas y tantos camaradas a quienes hemos visto partir en los últimos meses y, coño, uno sigue volteando hacia donde supone está Dios para hacerle de nuevo el mismo reclamo: ya está bueno, ya está bueno.

Y en estas letras envueltas entre las aguas de tu sonrisa tranquila, de tu fecundo andar por estos pagos terrenales y del dolor que hiere hasta la sangre, uno solo puede atinar a decir: Gracias por la siembra, Don Oscar, querido e inolvidable camarada, hermano.

¡Honor y gloria, Oscar Palacios!

 

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