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12.Dic.2022 / 05:11 pm / Haga un comentario

Por: Luis Delgado Arria

Desde tiempos de Cristo se instauró la mentira, la sistemática manipulación y la crudelísima difamación contra los humildes. El profeta nazareno que llamaba a crear entre todos un nuevo Paraíso Terrenal aquí en la tierra, mediante un apostolado en la hermandad y la dignidad, fue juzgado sin pruebas, vejado y crucificado sin piedad.

Y tras la crucificción de Cristo, como era de esperar, se desató la más feroz persecución contra todos los humildes que se habían secretamente convertido al cristianismo. Se comenzó por los apóstoles pero se siguió la campaña de infamia, persecución y crucifixión contra todos aquellos que se trataban entre sí con respeto, fraternidad y amor.

El hijo de un humilde carpintero nacido en un pesebre partió la historia en dos: la ética de un vivir en la ternura y amor de los humildes, por un lado. Y por el otro, la ética invertida de los adoradores del poder y del dinero que para seguir reinando y depredando solían disfrazarse de buenos samaritanos y piadosos cristianos. Y de esta forma fueron invirtiendo la ética popular/ comunal del cristianismo, convirtiéndola en la pseudoética de una iglesia cristiana justificadora del lucro y el lujo a costa de la expoliación y el trabajo impago.

Esta ética sin ética más tarde fue institucionalizada por Lutero y a la postre disfrazada como la «ética la prosperidad». Desde luego, la prosperidad de unos pocos pero labrada a costa de la miseria y muerte de los muchos. Satán siempre se disfraza muy bien, incluso teóricamente. Y lo hace estupendamente bien para perpetrar y eternizar sus designios.

Hoy los nuevos Judas, Herodes y Pilatos, sempiternos adoradores del poder y el dinero trabajan para confundir a los venezolanos y venezolanas. Traman imponer de mil modos que el chavismo es el culpable de una debacle económica inducida por un rosario de sanciones imperialistas que en realidad han sido coronas de espinas, latigazos y crucifixiones contra todos los venezolanos. Pero, en verdad, la política de sanciones ha sido un Vía Crucis contra los más humildes. Tales olas de sanciones devenidas crucifixiones no sólo buscan deslegitimar a la vanguardia política, intelectual y moral del chavismo ante el pueblo venezolano sino escarmentar a una población que ha acompañado a Chávez y luego a Maduro incluso en circunstancias en que se ha visto en grave peligro su vida misma.

Pero nuestro sabio, paciente y santo pueblo ha hecho el inaudito milagro. Ha hecho de cada hogar, cada barrio, cada comuna, cada aldea o cada pueblo una suerte catacumba donde ir a pedir a Dios el pan nuestro de cada día. Nuestro pueblo ha hecho el milagro de multiplicar los panes y los peces, transmutados en sardinas, arroz, lentejas y harinas de maíz del CLAP. Todo para resistir la matanza y forzar la capitulación por hambre de los inocentes.

Venezuela toda ha logrado el milagro de sobrevivir el más genocida asedio de los impíos, hoy financiados por las grandes trasnacionales capitalistas amparadas por las racistas potencias imperialistas occidentales.

Los nuevos Herodes de Estados Unidos y de Europa, apandillados con una pandilla de genocidas a sueldo encabezada por el vendepatrias de Guaidó trabajaron incansablemente hasta sancionar y reducir nuestras exportaciones petroleras anuales hasta en un 99%.

Cabe preguntar: ¿Qué país, qué gobierno o qué pueblo en el mundo hoy es capaz resistir un bombardeo tan feroz e inmisericorde sino haciendo un milagro en cada hogar, en cada colegio, en cada tienda, en cada mercado popular y oficina?

Venezuela se está levantando, como Lázaro, por mediación de un poder divino que mora en la espiritualidad ancestral, la ternura y la bravura de nuestro tierno pero indoblegable pueblo. Un pueblo hijo de Guaicaipuro, de Bolívar y de Chávez. Y hoy capitaneado por un valiente y humilde hombre de pueblo: Nicolás Maduro.

Quienes buscan confundir y narcotizar al pueblo de Dios venezolano para que se inmole de nuevo ante los Herodes de siempre no imaginan el fervor ecuménico, el arresto guerrero y el hálito de milagro que habita en el alma buena, sabia y paciente de nuestro hermoso pueblo.

La vanguardia de una revolución genuina, como la bolivariana, no constituye un segmento de clase diferente a la de su pueblo. La vanguardia revolucionaria bolivariana es pueblo en ejercicio de una obediencia sagrada a su propia raíz. La vanguardia bolivariana es ejercicio de servicio inspirado y sagrado al nuevo destino material e inmaterial, ético y épico, estético y asimismo andragógico y erótico que cada día retoñamos.

Así como el ejército en una revolución es el mismo pueblo en armas, la vanguardia en una revolución genuina es pueblo armado y armándose cada día de nuevas teorías, nuevas ideas, nuevas prácticas y nuevas instituciones para parir una inédita forma civilizatoria de producir la base material y política y, asimismo, de inscribirnos en la geopolítica.

«Que nadie se equivoque», nos llamaba el comandante Hugo Chávez ya muy enfermo y consciente de la apremiante necesidad histórica de salvar a nuestra patria frente a su inminente desaparición física.

A la vanguardia política, intelectual y moral de la revolución Bolivariana le ha tocado la responsabilidad histórica de conducir a la patria venezolana en medio de las más tormentosas y peligrosas tempestades instigadas por un imperialismo agonizante y a punto de morir, pero que no termina de morir. Y asimismo, le ha tocado intentar aportar su grano de arena a un nuevo orden mundial que puja por nacer pero que no termina de nacer.

De cara al más grave de los peligros que es perder no tanto el gobierno sino la dignidad y la vida de un pueblo llamado a dar un imborrable ejemplo de boniteza y resistencia civilizatoria contra las más inenarrables agresiones y adversidades, el pueblo de Venezuela junto a su vanguardia comulga una misma hostia de humildad. Es una hostia de esperanza y sobre todo de trabajo por todos y en especial por los más humildes y los más expósitos de nuestro país y del mundo.

La transición al socialismo no se logra con políticas keynesianas y encendidos discursos. Más bien, se pare desde un enfrentamiento frontal y encarnizado, lleno de avances y retrocesos, contra los más enconados genocidas, etnocidas y epistemicidas de la historia del mundo.

Pero, como nos enseñaron Guaicaipuro, Bolívar, el Che y luego Chávez: ¡Si persistimos en nuestra empecinada, inspirada y sagrada lucha, viviremos y venceremos! Bolívar decía: «Entreguémosle la vida a la patria y dejemos al tiempo hacer milagros». Esta praxis simultáneamente épica y ética, estética y pedagógica, política y económica, erótica y teológica inscribe la utopía no en un futuro gelatinoso, aburguesado y vacío sino en un presente candente hecho de voluntad indoblegable de lucha.

El periodo especial que nos ha impuesto por una década el imperialismo occidental, lejos de amilanarnos nos ha hecho reconectarnos con nuestra alma ancestral de guerreros y guerreras. Pueblo y vanguardia estamos confrontando y superando muchas de nuestras ingenuidades y fallas para hacernos inderrotables y dignos de la heroica historia de la que venimos.

Vivir viviendo, como nos pedía Chávez, no es vivir en los boatos del narcisismo político o el consumismo burgués.Vivir viviendo es atrevernos a vivir con dignidad y fervor incluso en medio del linchamiento de amplio espectro y de las privaciones que nos han impuesto las mal llamadas sanciones y oposiciones.

Vivir viviendo es vivir, como comunidad/ pueblo, la fiesta permanente de la vida en santidad.

Vivir viviendo es vivir en la ética de la consagración al prójimo más necesitado de todo y de todos.

Vivir viviendo es y ha sido asumirnos en un mudo en el que todo cuanto existe es sujeto y no mero objeto a disposición, esto es, degradado.

Vivir viviendo es y ha sido decir con Chávez: «Hoy tenemos patria y pase lo que pase, seguiremos teniendo y defendiendo nuestra patria. Pues nuestra patria no es una cosa sino un alma colectiva que vive y arde en llama sagrada».

Vivir viviendo es y ha sido así parir cada día la hostia de la dignidad. Vivir viviendo no es vivir una mera prosperidad material sino aceptar vivir el tiempo del peligro, del golpe de Estado continuado, del terrorismo fascista, de las mal llamadas «revoluciones de colores», de los intentos de invasión y magnicidio, de las sanciones genocidas y de la guerra cognitiva .

Vivir viviendo es y ha sido acompañar el desenganche civilizatorio de la estafa del dólar, de las mieles de Hollywood y del American Dream.

Vivir viviendo es y ha sido atrevernos a vivir de otra manera la económica, la ética y la pedagógica del conuco, la cruz de mayo y el sancocho igualador.

Vivir viviendo es y ha sido revivir y resignificar el vuelo del curare y el cimarronaje mambí, el contrapunteo llanero y la salsa brava caribe, la amorosidad del shabono y la espiritualidad de las catacumbas.

Vivir viviendo es y ha sido reconectarnos con nuestras poderosas espiritualidades originarias americanas y africanas, nuestra austera alimentación y nuestra medicina ancestral.

Vivir viviendo es y ha sido despedir a los muchos hermanos y hermanas cruentamente caídos en esta guerra, con una mezcla de rabia y a la vez de lágrimas. Pero también con la certeza de que desde el brillante cielo de los justos ellos y ellas siguen con nosotros, en lucha, y que seguirán empecinadamente encomendándonos, ensalmándonos e inspirándonos.

 

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