Opinión / Noticias / Clodovaldo Hernández

27.May.2018 / 02:34 pm / Haga un comentario

Clodovaldo

El resultado electoral del pasado domingo puso en evidencia que en política no se juzga solo la gestión de los gobiernos, sino también la de las oposiciones. Al gobierno lo juzgaron severamente, si se considera que la meta eran los famosos diez millones de votos y «solo» se lograron 6,2. Pero a las oposiciones (hay que mantener el plural en este caso porque son múltiples) las condenaron sin apelaciones.

De la jornada electoral, las fuerzas antichavistas salieron, como bien lo dijo uno de sus politólogos más célebres, Carlos Raúl Hernández, «desestructuradas y descabezadas», que es como decir, en lenguaje de calle, vueltas una puputov.

La primera evidencia de ello es su división y mutua asignación de culpas. Los que participaron acusan a los abstencionistas de haber desperdiciado la gran oportunidad de derrotar a Nicolás Maduro a punta de votos; y los abstencionistas dicen que los que participaron echaron a perder la maniobra perfecta para deslegitimar a la «dictadura». En el medio, una masa entre desconcertada y aburrida, ya ni siquiera parece tener ánimo para tomar partido por uno de los estos bandos.

Alguna voces se distinguieron para solicitar algo de autocrítica, de revisión de los errores, mientras los líderes derrotados (de uno y otro pedazo opositor) siguen con su letanía de que si el fraude, que si la farsa, que si los puntos rojos…

Cosecha de errores

Analizando tan solo los últimos doce meses, las oposiciones de Venezuela cometieron al menos cuatro grandes errores, cada uno de los cuales podría haber sido suficiente para causar, por sí solo, esta fea derrota. Calculemos, entonces, el efecto que hace la suma de los cuatro. Veamos:

Error 1: la violencia. El ala pirómana de la oposición tomó el control de la nave en abril de 2017 y dio inicio a cuatro meses de una rebelión violenta que se presentó como popular, pero que en realidad fue motorizada por las élites y ejecutada, en su parte más cruenta, por sectores antisociales como el lumpenproletariado y lo que podríamos llamar la lumpen-clase media.

Esa estrategia, aparte de causar más de un centenar de muertes, montones de heridos y detenidos y gran cantidad de daños a propiedades públicas y privadas,  no logró el objetivo de derrocar al gobierno y, por el contrario, minó los apoyos de la coalición opositora en las zonas de cierto poder adquisitivo, que fueron los epicentros de las protestas y acciones vandálicas.

El balance negativo de esta estrategia quedó claramente demostrado el 30 de julio de 2017, cuando una gran cantidad de ninís y hasta de opositores acudieron a votar  en las elecciones de la Asamblea Nacional Constituyente, más que para apoyar esta idea del presidente Nicolás Maduro, para vacunar al país contra una inminente guerra civil.

El domingo 20 de mayo, mucha gente fue a votar motivada por el aún fresco recuerdo de esa vil etapa de nuestra historia reciente en la que se llegó al extremo de los linchamientos, con el agravante de que fueron presentados como actos heroicos por una maquinaria mediática nacional e internacional cómplice de la ola de violencia.

Error 2: Ahora no voten, ahora voten, ahora no voten. Para decirlo con una palabra muy técnica, la estrategia opositora ante las elecciones ha sido errática, es decir, que da bandazos, sube y baja sin una argumentación que sustente tales cambios.

Entre las consignas de la primera etapa de las guarimbas estuvo la exigencia de que se adelantaran las elecciones. Frente a la escalda violenta, Maduro se jugó la carta de la Constituyente, que implicaba ciertamente una medición en las urnas electorales. La Mesa de la Unidad Democrática optó, sin embargo, por rechazar esa posibilidad y, por el contrario, arreció sus acciones de calle hasta el punto de boicotear por la vía violenta las elecciones del 30-J.

Pero las contradicciones apenas estaban comenzando. Después de quedarse fuera de la fiesta constituyente, la alianza aceptó ir a las elecciones de gobernadores, pese a que la iniciativa convocante salió de la supuestamente ilegítima ANC.  Luego, aunque ganaron en cinco estados (incluyendo los dos petroleros más importantes, Zulia y Anzoátegui), la MUD resolvió que no iría a las elecciones de alcaldes, en diciembre. Aparte de eso, uno de los partidos, Primero Justicia, entregó la gobernación de Zulia por negarse a realizar la juramentación ante la ANC.

Al llegar la hora de las presidenciales, la MUD, en pleno trance de cambiar también su nombre por Frente Amplio Venezuela Unida, deshojó margaritas y terminó dividiéndose entre abstencionistas y participacionistas.

Muchos de los electores que se abstuvieron en las presidenciales no lo hicieron por acatar el llamado de una parte de la oposición, sino por repudiar esas actitudes incoherentes.

Error 3: dialogar y luego patear la mesa. La conducta de «sí, pero no y no, pero sí» trascendió  el campo electoral y se expresó en otro nivel de la política, el de los esfuerzos de diálogo hechos por el gobierno, con apoyo internacional. La postura de la MUD en este aspecto fue la de acceder al diálogo y, paralelamente, negar que se estuviera participando. Cuando se llegó al momento de las definiciones, los voceros opositores admitieron que se habían sentado a conversar, pero no que habían alcanzado un proyecto de acuerdo. Al final, en el momento en que debieron suscribir el documento, lo que hicieron fue patear la mesa.

De nuevo, las contradicciones llevaron a la coalición antichavista al peor de los escenarios posibles: tuvieron el repudio de los radicales, que les recriminaban el hecho de haberse prestado a dialogar; y también tuvieron el repudio de quienes estaban de acuerdo con el diálogo y no entendieron por qué romperlo a última hora.

El comportamiento del electorado opositor el domingo 20 de mayo y su actitud actual de derrota psicológica profunda son señales también de la desconfianza que genera una dirigencia incapaz de sostener una línea de acción determinada, llámese dialogar o llámese negarse al diálogo.

Cuarto error: ser gestores de represalias contra Venezuela. Otro de los factores que ha erosionado los apoyos de la oposición más allá del voto duro de la derecha recalcitrante es la actitud de acudir ante países muy poderosos como Estados Unidos y varios de Europa a gestionar represalias contra Venezuela, medidas estas que han tenido efectos inocultables para toda la población, a pesar de que esos dirigentes insisten en que solo perjudican a ciertos funcionarios del gobierno.

Con sus giras internacionales solicitando castigos y bloqueos contra el gobierno, la oposición le ha dado al argumento de la guerra económica un nivel de credibilidad que nunca antes había tenido.

Ante todo el país, esos dirigentes han demostrado que su plan particular y grupal es que los poderes fácticos del mundo los impongan como gobierno, a pesar de carecer del apoyo necesario. Esta es una actitud que genera antipatías incluso entre los opositores, que quieren ver a sus políticos forjando sus respaldos en las calles, no en reuniones con presidentes o magnates extranjeros.

Es incalculable el daño que ha causado a la oposición la estrategia de ser los agentes de un cerco internacional contra Maduro que ha terminado siendo la causa de interminables sufrimientos para toda la población.

Sin duda, muchos de los no-votos del 20-M y hasta quizá unos cuantos de los recibidos por Henri Falcón, Javier Bertucci y Reinaldo Quijada fueron expresiones de protesta contra estos señores que han sido calificados por el chavismo (y seguro que, secretamente, por no pocos opositores) como traidores a la patria.

Clodovaldo Hernández

 

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