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17.Abr.2024 / 10:31 am / Haga un comentario

Por: Carolys Pérez

Más allá de la romantización de las tareas referentes al cuidado del hogar, existe una realidad y es que, en el corazón de cada uno, reside una fuerza invisible que sostiene la vida familiar, en cualquiera de sus extensiones y esa fuerza la llevan las cuidadoras. Mujeres, en su mayoría, que dedican horas incontables al cuidado de niños, niñas, ancianos, ancianas, personas con discapacidad y/o alguna enfermedad. Un trabajo invisible, infravalorado y desgastante que, desde una perspectiva feminista, exige un cambio radical en la forma en que se reconoce, se protege y se remunera.

El artículo 88 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV) parte del razonamiento de esta función, señalando entonces que, “El Estado garantizará la igualdad y equidad de hombres y mujeres en el ejercicio del derecho al trabajo. El Estado reconocerá el trabajo del hogar como actividad económica que crea valor agregado y produce riqueza y bienestar social. Las amas de casa tienen derecho a la seguridad social de conformidad con la ley”. Sentando como precedente esta premisa es que no paramos el debate en torno al cuidado de quienes cuidan.

Las cuidadoras del hogar no solo trabajan fuera del hogar, sino que también asumen la mayor parte del trabajo doméstico y de cuidados. Esta doble jornada laboral, que en muchos de los casos de las mujeres venezolanas también suma al trabajo militante y de organización popular y comunitaria, sin descanso ni reconocimiento, genera una sobrecarga física y mental que afecta su salud, bienestar y desarrollo personal.

Nuestra visión como constructoras y constructores del Socialismo Bolivariano y Feminista nos antepone ante el espejo de esta narrativa colectiva que involucra a más del 70 por ciento de nuestra militancia y que desde el feminismo tenemos la tarea de visibilizar esta realidad y denunciar la histórica desigualdad de género en la distribución del trabajo de cuidados. Pues esta carga recae sobre las mujeres por aquel razonamiento cultural y social, que hoy nos corresponde desconstruir para frenar la perpetuación de los roles tradicionales que sobrecargan las oportunidades y la posibilidad de capitalizar los derechos alcanzados por las mujeres.

La protección de las cuidadoras del hogar no solo es un asunto de justicia social, sino también de desarrollo económico. Un cambio cultural que valore el cuidado como un pilar fundamental de la sociedad es indispensable para construir un futuro más justo, igualitario y feliz para las que hoy son el 51.52% de nuestra población y paridoras de la otra mitad.

¡Venceremos, palabra de mujer!

 

 

 

 

 

 

 

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