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8.Nov.2022 / 09:00 am / Haga un comentario

Por Geraldina Colotti, Resumen Latinoamericano.

“Cambiar el sistema, para cambiar el clima y empezar a salvar el planeta”, resumió el Comandante Chávez el 16 de diciembre de 2009, durante la Conferencia Internacional sobre Cambio Climático. Así lo recordó el presidente Maduro, quien acompañaba al comandante en ese momento como su canciller, con motivo de la COP 27, la 27ª conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático, que se desarrolla en Egipto hasta el 18 de noviembre. La Conferencia tiene lugar en Sharm El Sheikh. Según el sitio web de las Naciones Unidas dedicado al evento, el sitio no fue elegido por casualidad: «rodeada de dos áreas protegidas espectaculares, Sharm El-Sheikh es un lugar que inspirará a los participantes a luchar contra el cambio climático y proteger el planeta».

Al referirse a los eventos atmosféricos que ocurren en cada parte del planeta, cada vez con mayor frecuencia y dramatismo, como lo ha demostrado la caída de intensas y continuas lluvias, que recientemente azotó a la población de las Tejerías, el mandatario venezolano remarcó que ya no hay más tiempo. El límite ya se ha cruzado. Esto requiere que la humanidad cambie de dirección con urgencia, dada la velocidad con la que el modelo capitalista está empujando al mundo hacia la catástrofe.

El secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, también lo enfatizó con fuerza en la víspera de la cumbre. “Nos acercamos a un punto de no retorno -dijo-, con impactos irreversibles, algunos de los cuales son difíciles incluso de imaginar”. Para ello, añadió Guterres, los países ricos “deben firmar un pacto histórico con las economías emergentes”. De lo contrario, la situación “no se puede cambiar”.

Tampoco se puede cambiar con campañas de propaganda, diseñadas para presentar a los peores belicistas como campeones del pacifismo, y como campeones del medio ambiente a los principales culpables de la explotación. Esta es la posición de los movimientos populares más consecuentes, que participan en la cumbre con sus representantes (de los 35.000 delegados presentes), y que dan vida a la habitual contracumbre.

Y hay quien, como la activista noruega Greta Thunberg, que anima las campañas juveniles contra el cambio climático, ha criticado la cumbre y ha decidido no ir, denunciando el greenwashing, dado que a patrocinar el evento y montar los espacios son las multinacionales habituales, desafiadas por activistas por su impacto en el medio ambiente: en este caso, Coca Cola.

El término anglosajón greenwashing, palabra compuesta por green, verde, y whitewash, blanquear o encubrir, se refere a esa forma de propaganda destinada a vender un bien tóxico haciéndolo pasar por saludable: en este caso, hacer pasar una multinacional que contamina y explota para un campeón del medio ambiente, apoyándose en un sofisticado aparato de propaganda y poderosos bufetes legales, que persiguen a cualquiera que intente filtrar información y denuncias.

Recordemos algunos casos llamativos -las petroleras que destruyen territorios con su mortífero impacto extractivo, pero se presentan como «ecológicas»- pero es más difícil identificar la omnipresencia del fenómeno a nivel del consumo local: ya que las grandes empresas -que invierten ríos de dinero en campañas publicitarias – cambian el nombre o la etiqueta del producto para adaptarlo al gusto de los consumidores.

«No hay forma de evitar una situación catastrófica si el mundo desarrollado y el mundo en desarrollo no pueden establecer un pacto histórico, porque en el nivel actual, estaremos condenados», dijo Guterres, y señaló cómo la mitad de la humanidad está «en peligro» debido a “inundaciones, sequías, tormentas extremas e incendios». Ninguna nación es inmune -añadió-. Sin embargo, “seguimos alimentando nuestra dependencia de los combustibles fósiles”.

Un reciente informe de Naciones Unidas también ha denunciado que la mayoría de los países no están cumpliendo con sus compromisos de reducción de la producción de carbono y de las emisiones de gases de efecto invernadero, que aumentarán un 10,6% en 2030 respecto a los niveles de 2010. Para los científicos, las emisiones de gases de efecto invernadero deberían reducirse en un 43% para 2030 para limitar el calentamiento global a 1,5 grados centígrados y evitar que la situación se salga de control. «La ciencia nos dice que no estamos en el camino correcto en absoluto», dijo el principal negociador climático de Egipto, Mohamed Nasr.

La Conferencia de las Partes se refiere a los países que, en 1992, firmaron la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en Río de Janeiro, el primer tratado internacional que puso el calentamiento global en el centro. Su primer capítulo tuvo lugar en Berlín en 1995, al que siguieron otros 27, uno por cada año, excepto 2020, debido a la difusión global de la pandemia de covid-19.

2015 fue el año en el que se firmaron decisiones vinculantes entre las partes como el Acuerdo de París, que establecía limitar el calentamiento global por debajo de 2ºC y continuar los esfuerzos para limitarlo a 1,5ºC. La Unión Europea lo ratificó el 5 de octubre de 2016 y entró en vigor el 4 de noviembre de 2016. En 2015, un informe del Fondo Monetario Internacional calculó que los subsidios a los combustibles fósiles superaban el gasto sanitario total de todos los gobiernos del mundo.

Dinero que, según el FMI, se había sustraído de inversiones en energías renovables. Según el FMI, el combustible que recibió mayores subsidios en ese año, en proporción al daño ambiental producido y debido a que ningún país aplica impuestos especiales significativos sobre su consumo, fue el carbón, con poco más de la mitad del total. Segundo, el petroleo que, dado el gran uso que se hizo de el y se sigue haciendo para el transporte, se comio una tercera parte de los subsidios, y el resto se lo llevo el gas.

Según ese informe, la hipótesis de una reforma de esos subsidios podría haber tenido un gran impacto en términos fiscales, ambientales y de bienestar, y habría salvado 1,6 millones de vidas cada año, consistentes en muertes prematuras vinculadas a la contaminación del aire.

Dado que el FMI no es una asociación benéfica, ese informe tenía como objetivo orientar la llamada «transición verde», uno de los principales temas abordados por los grupos de trabajo de Cop21, y ahora en el centro de la propuesta global de Biden como una gran operación de reinicio del capitalismo mundial para la pospandemia.

Una propuesta que, en el contexto hegemónico que caracteriza el “multilateralismo” bélico de los demócratas estadounidenses, elude las responsabilidades del principal contaminador del planeta y el desequilibrio que el modelo capitalista provoca en las relaciones entre el norte y el sur.

Las «reformas» impuestas por el FMI se basan, de hecho, en préstamos a desembolsar junto a cambios estruturales en las políticas gubernamentales; y los costos de la «transición verde» pesan sobre las clases populares. “Si el clima fuera un banco, ya lo hubieran salvado”, dijo acertadamente Chávez.

En la COP27, que vuelve a África después de seis años, los países del sur vuelven a cuestionar la proporción de las «ayudas», denuncian retrasos y faltas de financiación para la transición energética, muestran los costes de adaptación al cambio climático ya provocados, y exigen una indemnización por los daños sufridos, en términos de costes humanos y económicos.

Según el último informe de la ONU sobre medio ambiente, los países del sur necesitarían unos 340 mil millones de dólares para ello en 2030, mientras que actualmente reciben diez veces menos. El año pasado, los países capitalistas avanzados prometieron llegar hasta los 40 mil millones para 2025, pero rechazaron la propuesta de "pérdidas y daños" presentada por los países del sur.
Nicolás Maduro recordó que quienes se ven afectados de manera desproporcionada por los efectos del cambio climático son principalmente las poblaciones vulnerables, que cuentan con menos recursos y que menos han contribuido al aumento del calentamiento global.
India, por ejemplo, que depende del carbón para el 70% de su generación eléctrica, y que es uno de los países más expuestos a los efectos catastróficos del cambio climático, necesitaría más de 220 mil millones de dólares al año en inversiones para reconvertir su propia economía. Los países africanos reciben solo el 3 % de los fondos para el clima y pierden entre 7 mil y 15 mil millones de dólares al año, aunque solo aportan el 4 % de las emisiones globales.

Tras la crisis energética, los países del Norte (previamente orientados a dejar de financiar la explotación de combustibles fósiles en África), han vuelto sobre sus pasos. Uno de los reclamos llevados a la cumbre es, por tanto, que los países africanos puedan explotar sus recursos para el desarrollo nacional, frente a una crisis energética que pesa mucho más sobre ellos.

El cambio climático, con las inundaciones y desertificaciones que lo acompañan, también afecta el acceso a los alimentos por parte de las poblaciones vulnerables. Central fue, por tanto, la mesa dedicada al vínculo entre el cambio climático y la crisis alimentaria, a la que asistió Venezuela, que persigue el objetivo de la soberanía alimentaria, a pesar de las medidas coercitivas unilaterales impuestas por el imperialismo. Resultados puestos de manifiestos también en el encuentro entre Maduro y su homólogo francés Manuel Macron en el marco de la cumbre.

Maduro volvió a tenderle la mano a uno de los principales simpatizantes del inexistente «gobierno paralelo» del autoproclamado Juan Guaidó, e invitó a Macron a Venezuela: a ver los resultados de la heroica resistencia del pueblo bolivariano y de su gobierno, que logró romper el cerco y cuenta con el mayor crecimiento económico de la región. Macron ha invitado a Maduro a llamarlo cuanto antes para establecer una agenda bilateral. Un encuentro que – dijo el vicepresidente del Psuv, Diosdado Cabello, durante la rueda de prensa del partido – restablece la verdad de los hechos en un escenario internacional: la verdad de Venezuela, y de su legítimo presidente

La crisis energética, surgida como consecuencia de la actitud miope de la Unión Europea frente a Rusia – añadió el capitán – demuestra cuán hipócritas fueron las proclamas en defensa del medio ambiente de los países capitalistas, dispuestos hoy a volver al carbón. Por el contrario, la Venezuela Bolivariana, con base en el quinto punto del Plan de la Patria, que establece la defensa del medio ambiente y de la Madre Tierra, señala consistentemente un camino alternativo al capitalismo.

 

En la COP27, Maduro propuso una cumbre de países sudamericanos para salvar la Amazonía: para aplastar “todos los procesos de destrucción del pulmón del mundo”. Una propuesta discutida con el nuevo presidente de Brasil Lula da Silva y con el de Colombia, Gustavo Petro, quien la ilustró en la cumbre. Para la ocasión, Petro denunció la ferocidad de las medidas coercitivas unilaterales impuestas por el imperialismo USA. «Es la hora de la humanidad y no la de los mercados», dijo Petro, negándose a aparecer en la foto oficial con los demás jefes de Estado, y llamando a implementar un plan global de liberación de hidrocarburos.

 

La crítica al modelo capitalista, si se limita a la esfera «moral», y no involucra sus causas estructurales, de hecho puede arañar a lo sumo un poco la corteza. Siempre se recuerdan las palabras proféticas de Fidel Castro sobre el tema del medio ambiente.

 

Y, por esto, vale la pena dirigir la mirada a otro gran encuentro internacional, que finalizó el domingo 6 en Buenos Aires, Argentina. Hablamos de Runasur, la Unasur dei Popoli, dirigida por Evo Morales, quien la creó en 2019. El expresidente boliviano explicó que el propósito era “sanar una deuda histórica que los pueblos deben pagar en un contexto de crisis económica, social, cultural y, sobre todo, de vida”. Específicamente, se trataba de «dar continuidad a las líneas propuestas en su momento por Unasur, pero sin estar sujetas a cambios en la dirección de los gobiernos de turno». Así, luego de dos años de reuniones en diferentes ciudades de América Latina, se llevó a cabo la Asamblea Plurinacional, constitutiva de la Runasur, en la que participaron cientos de representantes de movimientos sociales, sindicatos, afrodescendientes y pueblos originarios de 14 países: en defensa de la vida, la identidad cultural, la soberanía, el anticolonialismo y el antiimperialismo.

 

 

 

 

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