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17.Sep.2019 / 11:14 am / Haga un comentario

Foto: Resumen Latinoamericano

Por Pasqualina Curcio

Hay que verle la cara a la dimensión de la guerra económica contra el pueblo venezolano.

Ya van 7 años desde que los monopolios transnacionales y también nacionales nos tienen haciendo colas y brincando de sitio en sitio para conseguir los bienes vitales (alimentos, medicamentos y productos de higiene).

Nuestra moneda, el bolívar, la han atacado y depreciado en 29.862.393.456 % (Veintinueve mil ochocientos sesenta y dos millones trescientos noventa y tres mil cuatrocientos cincuenta y seis por ciento).

En el año 2012 el tipo de cambio era 8,69 BsF/US$, hoy los portales criminales, sin criterio ni sustento económico; solo político y de guerra, marcan 2.595.042.000 BsF/US$ (Dos mil quinientos noventa y cinco millones con cuarenta y dos mil bolívares fuertes por dólar) lo que ha ocasionado que desde 2013 los precios no hayan parado de subir.

Esta guerra, sin precedentes históricos por sus dimensiones, comenzó en 1999 y se intensificó en 2013. El pueblo venezolano no solo ha resistido, ha estado, heroicamente, insurgiendo. Fenómeno inexplicable para Donald Trump y sus asesores, al punto de que hasta el cargo le ha costado a John Bolton. Algo hemos estado haciendo los venezolanos que el imperialismo estadounidense no logra descifrar.

Aprendizajes de la guerra

Es una lucha de clases: lo que antes parecía retórica ahora se vive día a día.
Queda de manifiesto que subyace una lucha de clases cuando en el circuito de los mercados privados la relación salario, precio y ganancia planteada por Marx resulta grosera.
El acelerado y desproporcionado incremento de los precios, consecuencia del ataque a la moneda y de la lógica del mercado capitalista, desploma el salario real, al punto de que el trabajador no logra cubrir sus necesidades materiales.
El obrero que hornea panes y percibe un salario de 40.000 BsS/mes, es decir, un poco más de 1.000 BsS/día, no puede adquirir ni siquiera uno de las tantas decenas de panes que horneó al día. El precio de cada pan es 10.000 BsS. La diferencia está en la ganancia.

El mito de la ineficiencia del Estado

Imaginemos que en estos tiempos de guerra no contásemos con un sistema público nacional de salud que presta el servicio al 85 % de la población (más allá de las deficiencias que lo caracterizan).
Imaginemos que no hubiese un plan de inmunizaciones que garantice, desde lo público, una cobertura mayor al 90 % de vacunación.
Imaginemos que la única opción fuese adquirir en dólares las vacunas para nuestros niños, tal como lo piden en las consultas privadas.
En estos tiempos de guerra ¿dónde está el “eficiente” sector privado?
¿Cuántas personas están acudiendo a las clínicas privadas y a qué precio?
¿Y las aseguradoras qué monto cubren?

¿Desde dónde se está dando respuesta al pueblo, desde el circuito público o desde el privado?

Imaginemos que no hubiese escuelas, liceos y universidades públicas que reciben al 90 % de nuestros niños, niñas y jóvenes.

¿Son los colegios privados y las universidades privadas los que en estos tiempos de guerra están garantizando el acceso a la educación?

Sigamos con el ejercicio de imaginación: Supongamos que en estos tiempos de guerra no existiese el Programa de Alimentación Escolar. Imaginemos a Caracas sin Metro. Imaginemos a los hogares sin los CLAPs.
Mientras tanto, en cuanto a la actividad industrial y comercial, el 98,71 % y el 99,87 % pertenecen al sector privado respectivamente.

El sector público no produce harina de maíz pre-cocida, arroz, pasta, aceite, margarina, papel higiénico, dentífricos, ni medicamentos; lo hace el circuito privado, especialmente las empresas transnacionales, que en el marco de esta guerra llevan siete años quejándose y exigiendo divisas baratas al Estado para cumplir con su responsabilidad de abastecer al pueblo venezolano.

En este escenario: ¿quiénes son los más eficientes, el Estado que genera el 98 % de las divisas del país o las empresas privadas que no exportan ni el 2 %?

¿El gobierno que presta servicios de salud y educación a más del 85 % de la población, o las grandes empresas que solo están a la espera de las divisas baratas?

La oportunidad de oro

Solo fortaleciendo el circuito público, colectivo, estadal y comunal derrotaremos la guerra económica. Es el momento de avanzar en la construcción del socialismo bolivariano del siglo XXI.
Caer en la trampa monetarista y desfinanciar la administración pública con el argumento de que no se puede emitir dinero porque es la causa de la inflación equivale a sumarse a la estrategia del enemigo.
En tiempos de guerra cuando el salario lo deterioran consecuencia de los ataques a la moneda, es fundamental fortalecer el circuito público y comunal.

Es la única garantía de acceso a los bienes vitales por parte del pueblo y de paso vamos construyendo el socialismo del siglo XXI.
En 2003, ante el paro patronal general, la estrategia de Chávez fue fortalecer lo público.
Imaginemos esta guerra sin las misiones.

Además organizados

A pesar de todos los intentos del imperialismo por desestabilizar, desmoralizar y desmovilizar, el pueblo venezolano insurge en esta guerra de manera consciente y organizada.
En el territorio, en comuna, nos formamos, informamos, comunicamos, aprendemos, inventamos, resolvemos y nos movilizamos.
Estamos organizados en los comités locales de abastecimiento y producción, en las unidades de batalla Bolívar Chávez, en la milicia, en los consejos comunales, en los consejos productivos de trabajadores, en los comités de salud, en las misiones, en UNAMUJER, entre otros.

Las heridas de esta guerra son profundas y también muy dolorosas, pero el pueblo venezolano ha aguantado y resistido insurgiendo.

El modelo socialista “fracasado”

Dicen opinadores de la derecha que la causa de lo que hoy vivimos los venezolanos es el modelo socialista “fracasado”.
¿Fracasado para quiénes?

Entre 1980 y 1998 en el marco de un modelo capitalista neoliberal, la economía creció 52 % y la pobreza extrema aumentó 132 %.

Entre 1999 y 2015 la economía creció 43 % y la pobreza disminuyó 56 % a pesar del asedio, de la guerra y los sabotajes que desde 1999 enfrentamos los venezolanos.

Venezuela sigue siendo el país menos desigual de América Latina.

 

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