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15.Abr.2024 / 10:39 am / Haga un comentario

POR: Jesús Faría

 

Los acontecimientos dramáticos de abril del 2002 en Venezuela han quedado arraigados en la memoria de nuestro pueblo como uno de los hechos de heroísmo colectivo y audacia revolucionaria más importantes de nuestra historia. Se produjo un desenlace único en la historia política de los pueblos, al ser restituido en el poder el comandante Chávez, luego de haber sido secuestrado y casi asesinado por los militares golpistas. Las experiencias y enseñanzas de este episodio de nuestra historia son ricos y de vital importancia para el diseño de nuestra estrategia revolucionaria

 

Revolución y contrarrevolución

Desde siempre, hemos podido constatar que toda revolución genera su propia contrarrevolución. De no ser así, estaríamos obligados a revisar de manera rigurosa el curso del proceso político, pues la reacción virulenta de las élites desplazadas de sus privilegios, de sus espacios de poder, es algo inevitable. Una revolución es una transformación radical de la sociedad, su avance tiene que trastornar y triturar las antiguas estructuras de poder, de dominación y de enriquecimiento. Esto va a desatar la furia de las clases explotadoras.

En los dramáticos acontecimientos de abril del 2002, los conflictos entre el gobierno revolucionario y el pueblo, por una parte, y las fuerzas de la derecha dirigida por el imperialismo, por la otra, escalaron hasta el clímax. Era evidente que el gobierno del comandante Chávez no se subordinaba a los grupos políticos y económicos más poderosos y mucho menos al gobierno estadounidense.

Esa ruptura y confrontación eran inevitables y se expresaban, entre otras cosas, en las leyes aprobadas en el marco de la Ley Habilitante, especialmente, como era de esperarse, la del petrolero, la de tierras y la de pescas. En cuanto al petróleo, en torno a esta riqueza estratégica de la nación había girado la política y el desarrollo socioeconómico del país a lo largo del s. XX. El empleo de los ingresos petroleros en función de los intereses petroleros en la revolución era inaceptable para los sectores empresariales y factores políticos corrompidos, que se habían apropiado de esta renta por décadas. Igualmente, las leyes de tierra, golpeando los intereses medievales de los terratenientes, y la de pesca asumieron importante protagonismo en esta batalla por el poder.

Las más recientes agresiones responden a la lógica energética, a la geopolítica hemisférica, pero también la mundial, entre otros factores. En todo caso, preparémonos por siempre para combatir a las fuerzas

contrarrevolucionarias, que nunca cesarán en su propósito restaurador, que no dependen única ni principalmente de factores internos. En la época del imperialismo, las contrarrevoluciones las promueve principalmente el poder imperial y se apoyan en los actores internos para consumar sus planes.

 

La injerencia yanqui contra las revoluciones

No hay un solo evento de conmoción política o socioeconómica que haya estremecido a nuestras naciones latinoamericanas y caribeñas durante el s. XX y del s. XXI, que no haya sido ocasionada por la acción abierta y descarada o encubriera del imperialismo yanqui. El gran enemigo de los pueblos y de su progreso, de sus libertades y de su independencia, activa todo tipo de acciones con mayor o menor crueldad para desestabilizar naciones, tumbar gobiernos y poner títeres en función de sus intereses.

Lo ocurrido en nuestro país en el 2002 es una comprobación irrefutable de esa situación. La participación de los EEUU en el golpe de Estado se dio por múltiples vías: el accionar de la CIA, acciones insurreccionales dirigidos desde la embajada gringa, fuentes de financiamiento a los golpistas, actuación de las trasnacionales petroleras, compra de militares golpistas, presiones políticas y diplomáticas de todo tipo contra nuestro país…

La coyuntura actual de la Revolución Bolivariana en ha sufrido el injerencismo más brutal y descarado. Contra nuestro pueblo se han lanzado todos los expedientes del intervencionismo: intentos de magnicidio, golpe de Estado, desembarco de mercenarios, usurpación de la presidencia, cerco diplomático, bloqueo económico… De la victoria antimperialista más reciente salimos fortalecidos, pero nuevos ciclos de agresiones se activarán en el futuro, lo cual dependerá (en su intensidad y momento) de factores como las condiciones económicas del país, su estabilidad política, el escenario internacional político y económico, el mapa energético mundial, la situación política interna de los EEUU, entre otros. Las agresiones imperialistas se desprenden de la naturaleza de los EE.UU.

El fascismo, una fuerza criminal

El fascismo es una doctrina y fuerza política de carácter terrorista que responde, directamente, a los intereses de los sectores más reaccionarios de la oligarquía financiera. Fuerzas fascistas se configuran y despliegan especialmente en escenarios de crisis económicas y políticas, así como de avance de las fuerzas revolucionarias en el gobierno o en la oposición.

Esto explica que fuerzas de la oposición, ayer como hoy, hayan sido dirigidas por lideres, fuerzas y propósitos abiertamente neofascistas. El empleo

del terrorismo para derrocar al gobierno; la difusión descarada de la mentira y del odio hacia la revolución y las fuerzas populares; el desprecio más profundo por las leyes,  las instituciones y la democracia; eso es lo que esencialmente ha caracterizado a las fuerzas del fascismo.

Es necesario decir que estas fuerzas son dirigidas y financiadas desde el exterior, sin lo cual sus actos criminales no pudieran tener la contundencia que hemos observado, no pudieran generar los niveles de desestabilización que han provocado.

La revolución y la nación como un todo tienen la tarea de exterminar al fascismo, que nunca podrá participar libremente en un sistema democrático, porque se trata de una fuerza criminal, que por sus mismas acciones se ponen al margen de la ley.

La traición como factor a favor de la contrarrevolución

Desgraciadamente, las revoluciones de los pueblos no están exentas de  traiciones, de esas acciones despreciables que reniegan de acciones revolucionarias del pasado, que entregan sus principios, que se venden a los enemigos de la patria.

Con dramatismo, observamos en el 2002 como buena parte de los generales de las FFAA traicionaron a su juramento de defender la patria y la democracia, de no atacar al pueblo. Altos dirigentes del partido de gobierno para aquel entonces (MVR) se convirtieron en principales promotores del golpismo. Funcionarios públicos del gobierno con elevadas responsabilidades sirvieron a los golpistas. Esto, obviamente, contribuyo a potenciar la fuerza destructiva del golpe de Estado.  Asimismo, la traición también se refleja en la actuación apátrida de la oposición, su subordinación a los intereses imperiales.

En los escenarios actuales, hemos reducido la brecha de la traición en el marco de nuestras filas. La revolución ha depurado sus filas y también ha fortalecido la vigilancia frente a felonías y desviaciones. Sin embargo, todavía no somo inmunes. Las debilidades políticas, las desviaciones morales se siguen manifestando en individualidades del liderazgo partidista, gubernamental y militar en momentos críticos de la patria.

Por ejemplo, los asquerosos actos de corruptelas perpetrados por altos personeros del gobierno y del partido le causó un daño terrible político, moral y económico a nuestro pueblo. Asimismo, la deserción de un reducido grupo de

militares para actuar a favor de la agresión militar imperialista es un hecho realmente nauseabundo.

Ante ello, la revolución ha actuado con contundencia, con absoluta trasparencia, confiando en la madurez del pueblo. Hemos neutralizado su papel destructivo y hemos fortalecido a las fuerzas revolucionarias. La revolución está obligada a actuar de manera implacable contra todo tipo de traición.

La ofensiva revolucionaria

La experiencia histórica demuestra claramente que la primera tarea de una revolución consiste en su defensa. Frente a la inevitable arremetida de la contrarrevolución dirigida desde el exterior, la revolución debe crear solidos mecanismos de protección.

Esto fue precisamente lo que ocurrió en el 2002 y lo que ha ocurrido en el escenario actual de la brutal agresión yanqui.

La fortaleza de cualquier revolución tiene un termómetro muy importante: el despliegue organizado y consciente de las masas populares. En ambos casos se observó una impresionante vitalidad del despliegue popular. En la actualidad, este factor ha exhibido una mayor contundencia por razones que se explican a partir de la madurez del proyecto político y, especialmente, la presencia de una poderosa vanguarda revolucionaria expresada en el PSUV. En el 2002, a pesar del despliegue popular, se hizo evidente la necesidad de un gran partido de vanguardia, que el comandante Chávez creo pocos años después.

Por su parte, una de las principales conquistas de nuestra revolución ha sido la unión cívico-militar, garantía de defensa de la soberanía y de estabilidad política del país. El 2002 fue su bautizo de fuego y durante las coyunturas transitadas en los años subsiguientes ha constituido un bastión fundamental de nuestras luchas. Sin temor a equivocarnos, decimos que sin la unión cívico-militar sería imposible la supervivencia de la revolución bolivariana.

Finalmente, después de victorias históricas tan importantes como las alcanzadas en el 2002 y en el presente, se observa un fenómeno que Marx bautizó como el “látigo de la contrarrevolución”. Esta golpea y desata un efecto de ofensiva revolucionaria. Luego de las confrontaciones y victorias, se producen saltos muy importantes en las transformaciones revolucionarias. Después del 2002, por ejemplo, el avance nos ubicó en los niveles de desarrollo nacional más altos de nuestra historia.

En cuanto a la actualidad, estamos preparados y trabajando para una histórica victoria electoral, que cerrará un ciclo de resistencia, para ir a una nueva fase del camino que conduce a la construcción del socialismo.

 

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