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7.Nov.2020 / 02:37 pm / Haga un comentario

Foto: Referencial

Los EEUU han impuesto su modelo político a buena parte del planeta sobre la base de su hegemonía globalizada. La llamada “civilización occidental” se identifica con su democracia liberal burguesa, donde se aparentan libertades absolutamente ficticias y se proyecta un sistema de igualdad política aplastada despiadadamente por las gigantescas fortunas corporativas.

Esto significa que el Estado, centro fundamental del poder político, se encuentra bajo el control total de los monopolios.

El llamado “sueño americano” es un verdadero insulto a la inteligencia. La crisis del sistema capitalista estadounidense es muy evidente. Las escandalosas desigualdades sociales, el descredito de la política, las perversiones éticas, las crisis económicas y la financiarización, las guerras y el ejercicio terrorista de la política exterior, la represión despiadada contra el pueblo apenas asoma la protesta, las políticas de injerencias en las naciones del planeta, el  grosero desafío al orden internacional basado en el multilateralismo, la destrucción del medio ambiente, el derroche de fortunas mientras crece la pobreza en el mundo y en esa poderosísima nación, etc., expresan a un sistema fallido, que no puede desplegarse sin golpear inclementemente los más elementales principios humanistas.

A pesar de ello, el sistema se mantiene con aparente solidez. Para ello se vale del engaño masivo de potentísimos medios de comunicación y sistemas educativos, fundamentados en la ideología de la burguesía. Precisamente, el ejercicio de esa dominación ideológica ha logrado que principios y valores de la burguesía permeen la consciencia de los pueblos, imponiéndoles su visión del mundo e intereses a las mayorías explotadas y excluidas.

Recodemos a Marx cuando nos decía, que la ideología dominante en cualquier época es la ideología de la clase dominante.

Este complejo escenario de crisis sistémica en momentos de feroz pandemia, en combinación con el tremendamente eficaz mecanismo de sometimiento ideológico y político se manifestó en las recientes elecciones en los EEUU.

Un presidente racista, misógino, practicante del anticomunismo más primitivo, caótico, represor y psicópata saca casi la mitad de los votos y a tres días de las elecciones aún mantiene su oportunidad de ser reelecto. Obviamente, ese es el reflejo de una sociedad enferma.

La otra opción no representa ningún progreso sustancial. Ha estado asociado a guerras y a las peores tropelías. Ambas fuerzas del bipartidismo gringo constituyen el fundamento de la política imperialista. En ocasiones presentan matices y variantes, pero siempre se mantienen anclados en una misma esencia.

Parte de esa esencia es la plutocracia, antítesis de una verdadera democracia. Acá gana las elecciones el que invierta la mayor suma de dinero y estamos hablando de gigantescas fortunas. Las corporaciones con sus ejércitos de lobistas dirigen la política detrás del telón. No se trata del poder del pueblo, sino de la hegemonía del dinero con todas sus perversiones morales.

El presidente que salga electo será incapaz de resolver los problemas de las grandes mayorías: empleo, salarios, salud pública, educación gratuita, desigualdades, pobreza… Las fuerzas políticas que se disputan el poder en los EEUU jamás sacrificarán su objetivo fundamental en el ejercicio del poder: acumulación de riqueza.

Jesús Faría

 

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