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23.Oct.2020 / 11:21 am / Haga un comentario

Fotos: Referencial

En diciembre de 1902 nuevamente aparecieron frente a las costas venezolanas corsarios europeos con la intención de cobrar mediante de bombardeos de puertos y poblaciones desarmadas, las deudas acumuladas por un país agotado económica y socialmente después de casi 100 años de guerras grandes (Independencia, Guerra Federal) y de continuos levantamientos y montoneras.

Esta vez los piratas llegaron, no en naves de vela ni con garfios y pericos en el hombro, sino en modernos (para la época) y poderosos barcos de guerra, bendecidos por las testas coronadas de los imperios inglés, alemán y del reino de Italia.

Vale decir que las armadas de estas naciones fungieron de punta de lanza, pero que luego, casi inmediatamente, España, Holanda, Francia, Bélgica y México (para vergüenza de América Latina) hicieron el papel de buitres segundones respaldando la agresión en contra de nuestra patria.

¿Que intentaban cobrar las potencias colonialistas de ayer y hoy? Señala Ángel Márquez en El Imperialismo Petrolero y la Revolución Venezolana que a la llegada del general Cipriano Castro al poder en 1899, “encontró al Tesoro Nacional en una situación fiscal verdaderamente desesperante. La joven República había iniciado ya su existencia con una deuda de 20 millones de pesos, proveniente de la Guerra de Independencia. Luego, las permanentes revueltas de los caudillos militares, pero sobre todo la Guerra Federal y el peculado generalizado, empeoraron cada vez más la situación. En 1900 la deuda exterior –en primer lugar con Inglaterra– llegaba a 189 millones de bolívares, a lo cual se sumaban reclamos de particulares que superaban los 160 millones. Por contraste, el presupuesto general de ingresos y gastos públicos solo alcanzaba 44 millones de bolívares”.

Castro, en diciembre de 1899, pide un crédito urgente a los banqueros criollos y estos lo niegan. Entonces el presidente ordena la prisión de los más destacados, comenzando por Manuel Antonio Matos, socio principal del Banco de Venezuela, y unos de los hombres más ricos del país, quien luego se convertiría en el líder de una revuelta armada y financiada por empresas de Estados Unidos, Alemania y Francia.

En 1901 Castro había ordenado suspender todos los pagos de deuda pública contraída antes del 23 de mayo de 1899. Y en 1902 extendió esta decisión a todos los compromisos externos o internos, medida a la que el 9 de diciembre respondieron Alemania, Italia, Francia y Holanda con un bloqueo naval a las costas venezolanas y ataques y ocupación de los puertos de La Guaira y Puerto Cabello, con la intención de quedarse con 30 por ciento de los ingresos provenientes de sus operaciones. Entre el 17 y el 21 de enero de 1903, los invasores intentan forzar la barra del lago de Maracaibo frente a la fortaleza de San Carlos pero son rechazados.

El presidente Castro ordena la preparación general del ejército. Se acerca a uno de sus principales opositores, el Mocho Hernández y a su Partido Liberal Nacionalista, mientras se producen manifestaciones antiimperialistas de apoyo en las principales ciudades del país. Y en Ecuador, Bolivia, Chile, México y Panamá también surgen movimientos de solidaridad con Venezuela. Por cierto, hasta el mismo José Gregorio Hernández fue de los primeros en enrolarse en las milicias populares de la parroquia Altagracia.

Ahora bien, el arribo de las naves de guerra extranjeras a las costas venezolanas no fue casualidad. Matos había estado en julio de 1901 en Estados Unidos para recibir 145 mil dólares de parte de la New York and Bermúdez Company, empresa que desde 1895 se encontraba en conflicto con el Estado venezolano por la concesión de explotación del asfalto del lago de Guanoco. Esos recursos fueron destinados para financiar la constitución de un poderoso ejército y adquirir armas, municiones y un buque comprado en Londres. En la conspiración también participaron la Compañía del Cable Francés (Interoceánico) y la compañía alemana del Gran Ferrocarril de Venezuela.

Las fuerzas de la Revolución Libertadora de Manuel Antonio Matos (el banquero arriba mencionado) ocupaban buena parte del territorio nacional. En julio de 1902 solo quedaban en poder del gobierno de Castro: Caracas, Miranda, Aragua, Carabobo, Trujillo, Zulia, Mérida y Táchira. Sin embargo, luego de la Batalla de La Victoria –en la que Castro con unos 9 mil hombres derrota a los 14 mil de Matos que pretendían tomar la Capital–, se rompe el cerco y comienza la recuperación paulatina del territorio nacional ante una oposición cada vez más dividida y desmoralizada.

La unidad de mando, la mejora en disciplina, organización, logística y armamento del naciente ejército nacional y el respaldo popular inclinaron a favor del gobierno de Castro. Las luchas intestinas, la fragmentación y la dependencia, las fuerzas opositoras del apoyo financiero y logístico foráneo extranjero minaron la moral de las huestes del banquero. Pero además de estas conclusiones a sacar de ese pedacito de historia sucedido hace 118 años, está la siguiente: la Europa colonialista sigue existiendo, aunque en la actualidad en papel de segundona en medidas de sanciones unilaterales y bloqueos ordenados por Estados Unidos a naciones que resisten en medio de la adversidad como Venezuela, Cuba, Irán, Iraq, Libia, Siria, Rusia, China y Yemen.

Alfredo Carquez Saavedra

 

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