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16.May.2016 / 12:24 pm / Haga un comentario

Foto: Misión Verdad

Foto: Misión Verdad

En muchas de sus notas, los místicos apuntan que al llegar al final del laberinto el viajero que se aventure a su tránsito se encontrará de manera irremediable con un espejo. En varios de esos textos, la mística propone al paseante que ante la parálisis fruto de su propia imagen sólo tiene dos opciones: o cruzar el espejo, dejando atrás a su propio yo, o bien darle la espalda, para hacer el camino de vuelta a la entrada del laberinto.

Luego de muchos años de política hostil y poco imparcial hacia Venezuela, la OEA -a través de su Secretario General- ha anunciado que iniciará las convocatorias para activar los procesos incluidos en el Capítulo IV de su Carta Interamericana. Este segmento del documento lleva por título «Fortalecimiento y preservación de la institucionalidad democrática», y en su artículo 20 -que cita Almagro en su cuenta Twitter- reza lo siguiente:

Artículo 20

En caso de que en un Estado Miembro se produzca una alteración del orden constitucional que afecte gravemente su orden democrático, cualquier Estado Miembro o el Secretario General podrá solicitar la convocatoria inmediata del Consejo Permanente para realizar una apreciación colectiva de la situación y adoptar las decisiones que estime conveniente.
El Consejo Permanente, según la situación, podrá disponer la realización de las gestiones diplomáticas necesarias, incluidos los buenos oficios, para promover la normalización de la institucionalidad democrática.

Es decir, si dentro de ese foro se llega a la conclusión de que la apreciación de Almagro sobre Venezuela es correcta, esta instancia tomará medidas diplomáticas sobre nuestro país, y más aún se colocaría en un escalafón supranacional para incidir de forma decisiva sobre la actualidad local. En pocas palabras, estamos ante las puertas -o ante el espejo- de una intervención internacional contra Venezuela.

Para quienes hemos seguido esta ofensiva diplomática contra Venezuela, no es asunto de sorpresa la declaración de Almagro. Los intentos de deponer al gobierno legítimo por la vía violenta, en los años 2002 y 2014, fracasaron estruendosamente. También las fórmulas de acceso a instancias de poder, a través de las elecciones, no le han otorgado a la derecha venezolana los instrumentos necesarios para sus fines, que no son otros que revertir el proceso político popular desencadenado desde la llegada de Hugo Chávez en 1998. Por último, y por contradicciones internas, el referendo revocatorio se ha convertido en un trofeo cada vez más lejano para la derecha puesto que los tiempos, circunstancias, e incluso la dinámica social no cuadran en la aritmética de los hechos.

Confesiones de una máscara

Almagro es la única salida a la oposición mundial al chavismo. Vamos a cometer el exceso de calificarla de mundial, y lo explicaremos en breve. Sólo queremos destacar dos elementos que faltaban en la «Ecuación OEA» para que todas las condiciones de la tan machacada Carta Democrática, luego de muchos años, finalmente viera luz sobre la Venezuela del chavismo.

Primero, las condiciones objetivas de la diplomacia regional. Ya de salida, la administración Obama lleva adelante un trabajo de profilaxis política en la región. Para un mundo donde el dólar se debilita, se complejiza la activación de inversiones y se avanza hacia una catastrófica recesión, un vecindario libre de «populismos» es condición obligatoria para los intereses de Washington. En ese sentido el golpe a Dilma Rousseff ha devenido en el tiro de gracia a los procesos políticos progresistas de la región, pero también implica que en escenarios como el que enfrentará pronto Venezuela en la OEA la correlación de fuerzas, alianzas y votos tendrá un cariz completamente distinto y posiblemente desfavorable en la defensa del presidente Maduro.

El otro factor de la ecuación son las condiciones subjetivas donde se desarrollarán estos acontecimientos. Una vez activada la Carta, y si el consenso es favorable a sanciones internacionales, nuestros vecinos (USA, Colombia, Brasil [sin Dilma]) se verán obligados a romper con muchos lazos comerciales, diplomáticos y políticos con Venezuela. Y estas sanciones no recaerán sobre la potente economía del año 2009, sino con la depauperada situación económica y social de la post-guerra económica actual con la que fue despedazada nuestra capacidad productiva y la integridad, estabilidad y sentido del criterio psico-social de gran parte de la población, que fue reducida de pueblo combativo a una amorfa masa crítica.

Pero lo que llama la atención es el componente simbólico del anuncio de Almagro. Lo hace desde su cuenta en redes sociales, y en uno de sus comentarios invoca un sentido de imparcialidad en sus palabras -sin prejuzgar, se atreve a decir el diplomático uruguayo- pero en la imagen que le acompaña nos deja una confesión atronadora. Es la máscara que finalmente se cae, para mostrarnos su rostro ante el espejo de la historia. Almagro activa la Carta Democrática desde una gráfica donde le acompañan José María Aznar, Lilian Tintori y Mitzy Ledezma, y desde la que se explica por qué afirmamos que contra el Gobierno Bolivariano la ofensiva es mundial. Los actores locales, regionales y globales del antichavismo mundial se retratan juntos antes de salir al ruedo.

Más allá hay dragones

Extraño sería pensar que Almagro, la OEA y Washington actuaran distinto. Y lo peor es no haber contemplado con seriedad este escenario. Incluso, para opositores venezolanos que pretenden seguir viviendo en Venezuela, cuando las condiciones de pre-guerra se desencadenen sobre nuestro país, esta realidad no tiene vuelta atrás. El estado de las instituciones, la seguridad nacional, los poderes públicos, la economía y nuestra relación con el mundo a partir del instante en que Almagro cruce el espejo serán completamente distintos.

Lo que era una confrontación en el terreno mediático, que transitaba a trompicones lo electoral pare devenir en violencia estructural, económica y paramilitar, terminará por ser una guerra abierta a escala regional, desencadenada por un diplomático uruguayo adicto a las redes sociales. Después de muchos años de pensarlo, los actores de la tragedia venezolana se quitan las máscaras. No podíamos esperar menos de viejas instituciones fundadas bajo el Consenso de Washington, de grupos económicos oligopólicos y rentistas, de partidos políticos vetustos, y de una psicopatocracia opositora decidida al suicidio colectivo: si yo no mando, no manda nadie.

Cruzar un espejo es cruzar también un umbral, eso no lo advierten los místicos. Y los umbrales, por no ser límite, son peligrosos. Nunca sabemos cómo terminan. Capaz la recomendación no aplique para un Almagro tan decidido, pero así como oportunamente no aplicó la Carta Democrática en un Brasil -que efectivamente vive un golpe de Estado- probar sobre Venezuela esa vacuna puede traer efectos perjudiciales. Hasta ahora la oposición no había asumido responsabilidad de sus acciones desestabilizadoras. ¿Lo harán los Ramos Allup, María Machado y Julio Borges de turno? ¿Quién de estos dirá al país que apoya una intervención internacional contra Venezuela? ¿Están seguros que aún destruidas sus psiques por la guerra mediática la gente dejará pasar esa? Detrás del espejo están los dragones, Almagro. Buena suerte.

Misión Verdad

 

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