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24.Ene.2010 / 10:47 pm / Haga un comentario

Soy apasionado del béisbol, casi un fanático. Con un buen tiempo residiendo en Caracas, ninguna de las franquicias que se muelen a palos en la Liga Venezolana de Beisbol Profesional han logrado enamorarme. La principal causa son las interioridades propias que generan el deporte rentado.

Este domingo, en el tercer juego de la Final entre los rivales eternos, mi paciencia estuvo a prueba, cuando el evento deportivo fue utilizado para hacer politiquería contra el Gobierno Revolucionario.

Complaciente, el canal Meridiano Televisión se regodeaba constantemente con planos que exhibían consignas políticas mientras de las gradas del Universitario salían lemas, también políticos. Sigo viendo esos juegos por la calidad del beisbol venezolano, y por ser mi deporte predilecto pero los lunares del espectáculo peloteril están haciendo mella en este espectador.

Entre las incongruencias del béisbol capitalista está la pregunta de siempre: por qué los venezolanos no podemos ver a los mejores exponentes del patio, que se reservan para la "Gran Carpa" o se enfrentan a la crudeza de sus dueños por vestir los uniformes venezolanos. Más de un colega ha intentado explicarme: -aquel es su trabajo y tienen que cuidarlo-.

Estoy de acuerdo pero también creo importante que el jugador venezolano regrese a los terrenos en los cuales se formó, y en los que disfrutó del beisbol Caribe antes de tener chequera en verdes. Lo cierto es que el dominio del sector político que adversa a la Revolución en el pasatiempo nacional ya me incomoda, igual que ver anuncios estatales que subvencionan la liga como los del Banco de Venezuela, por citar un ejemplo.

Imaginen que pasaría si uno de esos clásicos partidos, el PSUV llenara una sección de gradas para que sus militantes o parte del pueblo que no puede pagar el precio disfrutaran de ese evento. La utilización de la mujer como objeto sexual es otro de las aberraciones intrínsecas que nos donaron los que inventaron el juego de las bolas y los strikes y de la cual se hace gala en Venezuela.

Por esto y otros elementos que no caben en esta columna no me uniformo de caraquista ni magallanero y de paso, paso liso en la tradicional rivalidad. Por ahora soy un simple espectador que espera ver la continuación del desarrollo deportivo pero, en Revolución.

 

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