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27.Feb.2021 / 12:36 pm / Haga un comentario

Foto: Referencial

Jimmy López Morillo

Aquella fría mañana del lunes 27 de febrero de 1989, nos disponíamos a trasladarnos hasta nuestro lugar de trabajo, cuando nos topamos con un inconveniente inesperado en la avenida Fuerzas Armadas, a la altura del Nuevo Circo de Caracas: los estudiantes del Instituto Universitario Politécnico “Luis Caballero Mejías”, sede Guarenas, se habían sentado entre las dos vías, en protesta contra el aumento desproporcionado e ilegal  de los precios del pasaje, que habían comenzado a cobrar los conductores de la ruta encargada de cubrir el trayecto entre ambas ciudades.

Allí permanecimos hasta poco después de las diez, cuando decidimos marcharnos a nuestro hogar, sin imaginar que estaba a punto de estallar, literalmente, un hecho que conmovería hasta los cimientos a Venezuela y marcaría un cambio trascendental que, como suele suceder en los procesos históricos, fue imperceptible en ese momento. Allí, puede afirmarse ahora, comenzó esta nueva etapa para nuestra Patria.

Bajo esa mañana templada, transitamos en sentido contrario la avenida Lecuna, mientras una densa calma acompañaba nuestros pasos hasta la Baralt, donde inútilmente intentamos tomar el transporte hacia nuestra parroquia, La Vega. Inexplicablemente –así nos pareció entonces, sin saber nada de cuanto estaba pasando-, el servicio de autobuses y camioneticas no estaba funcionando, por lo cual debimos emprender a casa “en el carro’e Lola”.

Más tarde supimos: como una oleada casi detrás de nosotros, se había producido un estallido en el Nuevo Circo, suerte de combustión espontánea del pueblo, que comenzó primero contra los camioneteros y luego alcanzaría comercios de la zona, en una marejada que los convertiría en pasto de unos saqueos sin control.

Todo había comenzado en Guarenas, precisamente hacia donde nos dirigíamos inicialmente y como reguero de pólvora se extendía hacia el resto del país. Las imágenes de personas arrasando con establecimientos, cargando con inmensas piezas de res, neveras gigantescas, cocinas, todo tipo de electrodomésticos, alimentos, se repetían en distintos lugares de nuestro territorio. Sin saberlo, asistíamos como espectadores al comienzo de una de las páginas más oscuras de nuestra historia que, curiosamente, se convertiría en el punto de partida de un amanecer luminoso, pues allí se estaba marcando el génesis de la Revolución Bolivariana.

El “paquetazo”

La mecha  de “El Caracazo” –si bien la quema de vehículos del transporte público, el verdadero chispazo, comenzó en Guarenas-, se había encendido a comienzos de aquel febrero, con la juramentación  para un segundo mandato de Carlos Andrés Pérez, uno de los personajes más siniestros de la Venezuela del Siglo XX.

El 2 de aquel mes, con nuestro país sumido en una brutal crisis económica producto del pillaje y la entrega de nuestros recursos a los amos imperiales y la burguesía parasitaria y depredadora, se produjo la toma de posesión de CAP, no en el Palacio Legislativo, sino en el Teatro “Teresa Carreño”, en un opulento acto bautizado ácidamente como “La coronación”.

El 16, el sátrapa anunció al país un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, sometiéndonos a un programa bajo supervisión del mencionado organismo, para  obtener un crédito de 4.500 millones de dólares en los 3 años siguientes;  liberar tasas de interés activas y pasivas hasta un tope temporal fijado alrededor del 30 %; unificación cambiaria eliminando el dólar “preferencial”; tasa de cambio en el mercado libre de divisas y realización de todas las transacciones con el exterior con nuevas tarifas flotantes.  También, liberación de los precios de todos los productos a excepción de 18 renglones de la cesta básica; incremento gradual de las tarifas de telefonía, agua potable, electricidad y gas doméstico;  aumento anual en el mercado nacional, durante 3 años, de los precios de productos derivados del petróleo,  con un primer incremento promedio del 100 % en el de la gasolina; alza inicial de pasajes en el transporte público de 30 %, entre otras medidas.

Rebelión

El impacto fue  brutal en la población venezolana que salió a las calles sin ningún tipo de control, obligando a CAP a  lanzar la Guardia Nacional y el Ejército, comenzando una salvaje represión con saldo de más de tres mil muertos, según cifras conservadoras extraoficiales.

Muchas de esas víctimas, no identificadas, fueron arrojadas como basura en el Cementerio General del Sur, en una suerte de fosa común denominada con absoluto desprecio “La peste”.

Todo, en medio de la suspensión general de las garantías constitucionales, afectando el derecho al libre tránsito, inviolabilidad del domicilio, derecho a reunión, a las manifestaciones públicas, a la libertad de expresión.

El decreto fue emitido el 28 de febrero –al momento de leerlo en cadena nacional, el entonces ministro de Relaciones Interiores, Alejandro Izaguirre, sufrió una suerte de “vahído”, por lo cual debió ser sustituido en la lectura por Pastor Heydra –recientemente fallecido, titular de la cartera de Comunicación­–,  abriendo las puertas para la acción  indiscriminada de las fuerzas represoras hasta el 22 de marzo. Allanamientos, encarcelamientos y asesinatos fueron ejecutados con total impunidad por los cuerpos represivos

Génesis

En innumerables oportunidades, nuestro comandante eterno, Hugo Chávez, explicó que fue aquel oscuro episodio el desencadenante de la indignación de nuestros jóvenes militares patriotas, dando origen al movimiento que se rebeló tres años más tarde, el 4 de febrero de 1992, contra la dictadura adeco-copeyana, sus políticas neoliberales y entreguismo al imperio estadounidense.

Fue, aquel rechazo espontáneo del pueblo en contra de las medidas del Fondo Monetario Internacional, el génesis de la Revolución Bolivariana.

 

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