Noticias
Jimmy López Morillo
Tantas madrugadas desde aquella, oscura, cuando un amasijo de metal le partiera el pecho y el infortunio pretendiera silenciar su voz de truenos y combates. Tantas madrugadas, tantas batallas libradas, empuñando el amor por la Patria y su canto como parte del método para armar los batallones. Tantas veces repitiendo con él: “No solo de vida vive el hombre”.
Cómo no repetirlo con él, cuando uno se lo encuentra en cada rincón donde alguien entona alguna de sus canciones, no por moda, sino por profundas convicciones que han ido macerándose con el paso del tiempo, sin importar los años transcurridos desde su inesperado cambio de paisaje, que aún nos duele como en el primer segundo, como en el primer instante de aquel relámpago implacable de ese 16 de febrero que todavía nos sacude el alma.
Cómo no repetir con él que no solo de vida vive el hombre, muy a pesar de quienes celebraron su partida física, como luego celebrarían la de nuestro comandante Hugo Chávez, cuando en ese palacio llamado Miraflores -desde cuyas entrañas partió décadas atrás la orden para proscribir su canto amoroso, combativo, solidario y necesario-, ahora retumba su voz de pueblo, como guía, soporte en la resistencia frente al cerco, el bestial bloqueo, las amenazas del enemigo imperial y sus lacayos.
Cómo no repetirlo con él, cuando uno entiende que su Canción Bolivariana es semilla y savia de esta Revolución Bolivariana aliprimerista, y la continuaremos profundizando, consolidando, muy a pesar de aquellos empeñados en destruir los sueños de ese pueblo al que entregó alma, vida, canto y combate.
Podría uno parafrasearlo, como ya se ha hecho costumbre, y decir que cómo no acordarnos de él, cómo no palparlo en cada uno de los caminares, en cada victoria de la Patria, en cada sonrisa de los niños de rostro tricolor con ocho estrellas; en cada madre, en cada padre, ofrendando sus esfuerzos, sus sueños por esta Venezuela sin tutelajes de ninguna especie, libre y soberana para siempre, y entonces, compañera, compañero, cómo no acordarnos de él, de Alí, si nos da por cantar cada vez que nos acordarnos, es decir siempre.
Y vuelve uno a caer en aquello de que no solo de vida vive el hombre, cuando sigue revisando su canto, sus poemas, sus textos políticos, su accionar y encuentra que, ciertamente, cumplió irreductiblemente con aquello que nos decía: “La palabra sin los pasos, es una palabra muerta” y uno ve cómo sus pasos iban enlazados a su canto y entonces volveremos a decir desde nuestro corazón, que la palabra de Alí jamás será una palabra muerta, pues sus pasos siguen por aquí, acompañándonos, nutriéndonos en todos estos combates por la Patria Buena que, sin importar acechos imperiales, continuaremos construyendo.
Y sigue uno descubriéndolo, encontrándoselo en el vuelo de un papagayo, en el trinar de los pájaros anunciándonos los amaneceres de pueblo decidido para siempre a ser libre, en esa hermosa canción suya inédita con la cual nos topamos en estos días por estricta casualidad, Los que hacen falta, enredándonos en nostalgias y al mismo tiempo en fortalezas y convicciones.
Y uno lo sigue viendo por ahí, ahora a sus 79 años, en los ojos de su amado pueblo resistiendo y venciendo a un enemigo despiadado, criminal, inescrupuloso, que no ha podido doblegarnos pese a todo su poderío, su saña y a la complicidad de sus mandaderos.
Y entonces uno no puede evitar el sonreír en medio del fragor de la batalla y apropiarse de sus pasos enlazados en el canto, para decirle: Alí, vamos andando, vamos despertando y vamos a seguir venciendo.