Opinión

31.May.2021 / 10:43 am / Haga un comentario

POR: José Garcés

Después de una larga cola de varias horas para cargar gasolina, llegué  a mi casa cansado, pero recordé que tenía que enviar unos correos electrónicos y me dispuse a encender la computadora, cosa que no pude hacer porque no había luz. La luz llegaría como media hora más tarde. Por fin, una vez que llegó la luz  y ya seleccionado el material que iba a enviar, no había internet, y tuve que esperar un rato más para poderme conectar. Tratando de aprovechar el tiempo, y en virtud de las largas horas que estuve en la cola de la gasolina, decidí darme un baño para refrescarme, cosa que no pude hacer como yo lo pensaba porque no había agua. De manera que tuve que apelar al clásico tobo, que no sé porque razón hace que el agua se ponga particularmente fría y haya que entibiar un poco con una ollita de agua casi al hervir.

 

Producto de las sanciones criminales por parte del imperialismo, el bloqueo y la guerra económica,  el venezolano trasunta un sufrimiento tras otro, solo que ha aprendido a manejarlo.  El manejo se ha convertido en una maestría en Alquimia donde  ha aprendido a convertir el plomo en oro, de manera que el venezolano ha conseguido una licenciatura en transmutación, ya que difícilmente reportará que luego de una cadena de eventos como los descritos, haya estado “sufriendo”. Sencillamente el venezolano se ha adaptado a las contingencias que le ha tocado vivir y ha desplegado las estrategias de supervivencia necesarias para tal fin.

 

Pero lo que realmente llama la atención es que ante la descomunal lista de sanciones criminales, ataques y sabotajes al sistema eléctrico y a la distribución de gasolina, el robo de material estratégico para sabotear el internet, y un larguísimo etcétera, el venezolano parece asumir con estoicidad la tarea  de vencer estos obstáculos. Claro que siempre habrá el pesimista necrófilo oposicionista que vocifere a los cuatro vientos que “en este país no se puede vivir por culpa de los chavistas”, ignorando olímpicamente todas las sanciones y ataques criminales que ha sufrido la nación, (aunque en el fondo él sabe que quien pidió las sanciones fue el Julio Borges).

 

Sin embargo, esta actitud del venezolano debe llamar la atención de los investigadores; sociólogos, antropólogos y psicólogos sociales porque no es poca cosa lo que ha soportado con hidalguía la patria de Bolívar y al Imperio no le ha salido la cosa como quería.

 

Es bueno considerar algunos elementos psicosociales para poder dimensionar realmente este fenómeno.

En primer lugar, nosotros venimos de unos patrones de consumo rígidos e hipertrofiados. Comprábamos mucho más de lo que necesitábamos, y exclusivamente las marcas para las cuales fuimos entrenados. Nosotros llegamos a desayunarnos con Corn Flakes y a ser el primer país consumidor de whisky del mundo. Había marcas en Escocia que los escoceses no tomaban ya que toda la producción la compraba Venezuela.

Cuando Empresas Polar comenzó a golpear al país con el desabastecimiento, entramos en shock porque no íbamos a comer arepas como estábamos acostumbrados. Pero poco a poco nos fuimos acostumbrando a otras marcas y hasta las fuimos aderezando con ingredientes y técnicas personales, y pudimos salir del shock que nos produjeron en un primer momento. Así nos fuimos adaptando a ciertas carencias, pero lo realmente maravilloso es que fuimos descubriendo que había patrones de consumo que solamente teníamos gracias a la publicidad. Véase el ejemplo de la crema dental: Anteriormente llenábamos el cepillo de crema  y después fuimos disminuyendo la cantidad y caímos en cuenta de que había una cantidad necesaria y suficiente para cepillarnos. Nos dimos cuenta de que el abrasivo que se pone sobre el 5% de la superficie del cepillo es suficiente para limpiar los dientes. De manera que un tubo de crema dental puede durar 20 veces más de lo que la publicidad nos había dicho.

Así fuimos desarrollando patrones de conducta adaptativos, ya no usamos tanto el automóvil, y han surgido nuevas marcas que satisfacen nuestras necesidades en varios órdenes.

 

De lo anterior se desprende una serie de consideraciones: 1.   El venezolano está asumiendo las carencias producidas por las sanciones estoicamente.2.   Nos estamos dando cuenta de que muchas de estas carencias eran falsas. Simplemente eran necesidades que nos fueron inculcadas por la publicidad. 3.   En la época postsanciones, las industrias deberán establecer su producción en base a necesidades reales de la población y no en base a una campaña publicitaria. Esto generará una economía centrada en necesidades verdaderas. Por ejemplo, ya nadie nos podrá engañar diciendo en una propaganda por televisión cuánta pasta dental debemos usar o qué marca de harina debemos consumir.

 

Hace años, cuando los gringos apabullaban a todo el mundo con su «dream team» en el baloncesto, le plantearon al comisionado de béisbol que hicieran un juego entre los mejores jugadores gringos y los mejores jugadores cubanos, y el comisionado dijo rotundamente ¡NO! Luego explicó el porqué de la negativa, dijo: “Si ganamos van a decir que somos profesionales… ¿y si perdemos?”

Pues bien, al imperialismo parece que no les pasó por la cabeza que podían perder en este duelo en que se han trabado con el pueblo venezolano.

Si lo piensan bien, el Imperialismo y la sociedad de consumo se están jugando a Rosalinda con estas sanciones, porque de no lograr su objetivo (y todo apunta a que no van a triunfar), en Venezuela se deberá estructurar una economía que responda a los intereses de la población y no de las grandes corporaciones. Será entonces una economía sana, sustentable y ecológica. Una economía post-rentista que ya no va a estar centrada exclusivamente en el petróleo y donde la sociedad civil tenga, en virtud de los miles de emprendimientos que han surgido, una voz cantante que ofrezca creatividad.

A José Martí alguien le preguntó ¿Cómo son los venezolanos? Y con esa alma de poeta que lo caracterizaba dijo:

“Los venezolanos son gente hermosa, no saben contar”

Y ciertamente los venezolanos no sabemos contar de lo generoso que somos, simplemente recuerde cuando la abuela que vive en un pueblito del interior le servía la comida; era una cantidad increíble de comida que casi no cabía en el plato, al tiempo que le decía: “Mijo, coma un poquito porque usted necesita alimentarse”. No sabíamos contar, porque no nos ocupábamos de cobrar el vuelto que nos debían y con una sonrisa solidaria decíamos despreocupados: “Déjelo así”.  No sabíamos contar, porque los domingos ofrecíamos más cerveza de la que un ser humano podía procesar, hasta que el invitado, ante nuestros ofrecimientos y nuestra insistencia gritaba: “No, ya no más, ‘toy embuchao”.

No sabíamos contar, pero lamentablemente para el Imperialismo y gracias a nuestra estoica lucha,  aprendimos a contar, y ahora ya sabemos cuánta crema dental usar y cuánta bebida tomar, y cuánta comida servir, y estas no son malas noticias para el imperialismo.

Nuestra actitud de supervivencia y nuestra adaptación a las condiciones precarias que estamos viviendo, están produciendo una victoria en el seno del pueblo. El pueblo lo sabe, ¡estamos venciendo! y sabe también que deberá seguir luchando, pero también sabe algo que ya le había enseñado el Che: “El presente es de lucha, el futuro es nuestro”.

 

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