Opinión / Eduardo Piñate

22.Jun.2015 / 01:34 pm / Haga un comentario

Estamos en la Era Bicentenaria, definida así por el Comandante Supremo Hugo Chávez. Son tiempos de exaltación del fervor patriótico, de levantar el sentir nacional –venezolanista y nuestro americano- del pueblo, de asumir la profunda raíz Bolivariana de nuestra Revolución. En este sentido, por estos días recorren nuestro país para llegar al Panteón Nacional, los restos simbólicos del teniente Pedro Camejo, el Negro Primero del ejército de Bolívar, quien murió en la batalla de Carabobo el 24 de junio de 1821.

Pedro Camejo, el Negro Primero, uno entre las decenas de miles de venezolanos que dieron su vida en los campos de batalla para conquistar nuestra independencia de España expresa al mismo tiempo el carácter popular que adquiere esta gesta en su fase final.

En las primeras etapas, la lucha por la Independencia de España fue dirigida por la oligarquía criolla y sus intereses de clase, a la cual interesaba romper las cadenas con la metrópoli para tener acceso libre al comercio internacional, monopolizado por la Corona española. En ese sentido, tuvo un carácter eminentemente político. A la oligarquía de la tierra le interesaba la independencia política para consolidar su papel de clase dominante sobre el resto de la sociedad venezolana.

He aquí la razón profunda de la derrota de las dos primeras repúblicas independientes surgidas a partir de 1810. En esos años la independencia no fue una causa popular, sino de la clase que explotaba directamente a las clases y sectores populares en la sociedad colonial. El pueblo explotado; los esclavos, los pardos, los blancos de orilla y los indígenas entre 1811 y 1814 estuvieron al lado de la colonia, luchando contra los independentistas en los ejércitos de Monteverde y sobre todo, en los de Boves y Morales.

Es el genio del Libertador Simón Bolívar, quien analizando las causas de la caída de la primera y la segunda Repúblicas –derrotas a todas luces estratégicas- llega a conclusiones que introducen incorporaciones esenciales al programa de la Independencia, encarnadas en las demandas populares de libertad de los esclavos y tierras para los campesinos.

Sobre estos temas va a insistir permanentemente el Libertador hasta el fin de sus días en cartas, documentos y discursos, entre ellos la Carta de Jamaica, el Manifiesto de Carupano y el Discurso de Angostura, entre otros. Pero no se queda en el discurso el Libertador, a la par de ofrecer la libertad a los esclavos que se incorporaran a las tropas libertadoras, a través de la Ley de Haberes Militares distribuye tierras entre los soldados de su ejército desde el grado de general hasta el de soldado raso.

Es la incorporación de estas reivindicaciones históricas de las clases postergadas por la Corona española y por los Blancos Criollos, la que permite que los hombres y mujeres del pueblo que destruyeron la Segunda República bajo el mando de Boves, pasen al lado de la Independencia bajo el mando de José Antonio Páez y de Bolívar, una vez que ambos sellaron esa alianza en su encuentro en los llanos de Apure. Esta es la clave para la victoria y consolidación de la Tercera República, pero también de las contradicciones de Bolívar y quienes lo acompañan en su posición a favor de la justicia social con las oligarquías de Caracas, Valencia, Bogotá y Quito, que, aliadas a los generales de la independencia como Páez, Mariño, Santander, los hermanos Monagas, Juan José Flores y muchos otros, terminaron destruyendo el sueño de Bolívar y devinieron ellos mismos en oligarcas por la vía de despojar a los pobres de las tierras que Bolívar les otorgó por la Ley de Haberes Militares.

El teniente Pedro Camejo, el Negro Primero, es expresión de las clases y sectores populares que se incorporaron a las filas del ejército Libertador y regaron con su sangre los campos de batalla de todo el continente dirigidos por la espada emancipadora, el genio estratégico y la grandeza de hombres como Simón Bolívar y Antonio José de Sucre.

Los restos del Negro Primero merecen por lo tanto, reposar el panteón donde reposan los restos de nuestros héroes y heroínas encabezados por el más grande de todos y todas, Simón Bolívar, El Libertador.

Caracas, 22 de junio de 2015

 

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