Opinión
Por: Alfredo Carquez Saavedra
Que cueste entender los sonidos que salen de la garganta de Juan Guaidó es tan cierto, como el hecho de que también hay que hacer un esfuerzo supremo para tratar de encontrarle algún sentido a sus discursos. Este fenómeno se parece mucho al concepto de patolengua, incluido por George Orwell en su novela 1984, con el propósito de describir el fenómeno en el que salen sonidos de la boca sin ser procesados previamente por el cerebro.
Pero Guaidó, quien en su afán por hacer más y más méritos para ganarse la ciudadanía estadounidense, va mucho más allá del graznido de pato y le echa mano a todo el diccionario de la neolengua orweliana: llama paz a la guerra, diálogo a la amenaza, y “justicia transicional” a la persecución política y “sanciones personales y colectivas” a las medidas coercitivas, unilaterales y genocidas impulsadas por él, su grupo (Borges, Vecchio, etc.) y algunos extras como María Corina, Ledezma y Ramos Allup.
En esa onda confusa, como todo lo promovido por su persona y su equipo, lanza al ruedo un fulano “Acuerdo para salvar a Venezuela”, que más parece el grito desesperado de un aprendiz de brujo al que ya nadie le pone cuidado. De todo lo resaltado por una nota escrita por uno de sus periodistas prepagados que se ha especializado en tratar de lavarle la cara a Guaidó ante los lectores españoles, llama la atención un término que me hizo recordar al escritor británico arriba mencionado.
En el pacto promovido por el exdiputado se promete que en el caso de que el segmento opositor que representa llegara al poder, se garantizarían los “derechos políticos del chavismo”. Cosa peligrosa dividir cualquier clase de derechos, tomando en consideración posiciones ideológicas, religiosas, sociales, económicas y demás.
Al leer eso también recordé que en la Junta Militar de Pinochet hubo un integrante que hablaba de Derechos Humanos para los humanos, pero no para los comunistas (término en el que incluía a todo sospechoso), puesto que estos eran “humanoides”.
Otra mala señal que obliga a estar atentos a la patolengua de Guaidó.