Opinión

27.Mar.2018 / 10:09 am / Haga un comentario

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Por: Carlos Ramírez

Creo que el Gobierno de Maduro ha dado pie para seguir hablando y fortaleciendo lo bolivariano de la revolución, pero también, para dejar de hablar de revolución. Por varias razones. Primero, por el sentido pacifista de su política. Maduro es un modernizador que entiende que el Estado es, como dijera Poulantzas, el nosotros institucionalizado. Luego, su enfoque democrático, lo demuestra en cada discurso, es el de superar la tribalización de la política y promover el encuentro entre los venezolanos. El otro es la patria. El diferente, el que piensa distinto. Los bolivarianos durante nuestro gobierno, hemos realizado más elecciones democráticas que todos los países democráticos en el mismo período.

Porque en efecto, somos admiradores de la Revolución Cubana. Pero Hugo Chávez llegó al poder a través de elecciones, no a través del heroísmo revolucionario. Claro, hemos hecho cosas revolucionarias, pero la palabra revolución connota violencia, y el bolivarianismo es esencialmente una propuesta de paz y democracia. El período de Maduro es el que más se ha empeñado en la promoción de la participación ciudadana, y ha estado dispuesto, incansablemente, al igual que el Presidente Chávez, a adelantar elecciones, promover revocatorios, y a hacer permanentemente asambleas con sus militantes y con dirigentes opositores.

No es desde la revolución desde donde comienza el desafío modernizador del Presidente Maduro. El comienzo y el fin de la modernización bolivariana que propone Maduro es el bienestar del Pueblo. Por eso es que, si hubiera que buscar un símil del proceso bolivariano de los últimos años, yo no lo buscaría en Cuba, sino que en Finlandia. En países donde más allá de las crisis o bonanzas del momento, el desarrollo está estructurado sobre las bases del compromiso de la gente y del Estado con el otro. Ese es el sello del Madurismo. La consciencia y el sentido de la política está en el vivir juntos. Y Maduro ha trabajado incansablemente en la construcción de ese compromiso. Si vamos a salir adelante, lo haremos, pero todos juntos. Eso dice Maduro.

Como en Finlandia, el Estado venezolano de Maduro, ha puesto en el centro del desarrollo a las personas, y en el primer lugar de la fila a los niños y a las familias, a las mujeres y a los adultos mayores. Maduro, como lo hiciera Finlandia a principios del siglo pasado, trabaja por hacer de la salud pública, del derecho a la educación, del cuidado como un bien público, elementos incuestionables e impostergables. Hitos fundamentales para que la izquierda y la derecha, en el futuro, debatan por perfeccionar desde sus particulares ópticas, pero que no intenten claudicar. El acuerdo fundamental es el bienestar de la gente, y ese es el proyecto político y modernizador de Maduro

Nuestra diferencia con Finlandia es que ellos son un país pobre, que supo invertir su crecimiento en el bienestar de su gente, y nosotros, en cambio, somos un país rico, que, guiados por Maduro, también, sabremos invertir nuestras riquezas en el bienestar de nuestra gente. Porque esa es la verdadera riqueza. Cuidemos lo ganado, cuidemos el proyecto del Presidente Maduro.

 

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