Opinión

16.Feb.2022 / 11:18 am / Haga un comentario

Foto: Referencial

Por Freddy J. Gutiérrez González

¡Un saludo estimados camaradas! Es para mí un gusto poder llevar esta vez al debate nacional un tema tan álgido como éste: La Corpocracia. Revisé algunos artículos y, en esta oportunidad, deseo compartirlos con ustedes. Resulta que Corpocracia se trata de un término utilizado para referirse a un sistema económico y político controlado por corporaciones o un corporativo de intereses. Es una forma de Plutocracia (considerado un tipo de gobierno de oligarquía, donde únicamente se rinden cuentas entre ellos mismos, sin incluir la voluntad popular; quienes ostentan el poder político y legislativo son ordenados por el poder económico).
Este concepto, Corpocracia, se ha utilizado en explicaciones de banco rescates, pago excesivo por directores ejecutivos, así como, denuncias a la explotación de tesorerías nacionales, personas y recursos naturales, asimismo, por críticos de la globalización, críticas al Banco Mundial, prácticas crediticias injustas y/o hacia algunos tratados de libre comercio y también se debe utilizar en conversaciones del más alto nivel.
Al respecto, alega Bugallo, autor del artículo: El peligroso poder de las grandes corporaciones, que se ha podido apreciar en las últimas décadas un crecimiento empresarial abismal en conjunto a un plan de marketing social -financiado por las mismas empresas- donde éstas, bajo la estética de responsabilidad social empresarial o responsabilidad social corporativa, se presentan con un rostro amable y benéfico entre los diferentes públicos. Así puede apreciarse: “La ofensiva se ha realizado en todos los frentes posibles: promociones culturales, patrocinios deportivos, subvenciones sociales… incluso, se ha “coqueteado” con causas ecologistas”; el objetivo real de esas empresas es “mejorar su situación competitiva y valorativa, y con ello, su valor añadido”.

Asimismo, Bugallo, añadió que, bajo esa visión empresarial se contraponen “investigaciones críticas de infinidad de científicos sociales” quienes han dejado en evidencia la hegemonía cultural de este big business con sus “variadas prácticas delictivas o inmorales como: concertación de precios, espionaje industrial, patentes abusivas, obsolescencia programada de productos, falsedad contable, evasión fiscal, blanqueo de dinero sucio, contaminación de ecosistemas, esquilmación de recursos naturales, quiebras fraudulentas, sobornos a políticos, promoción de golpes de Estado… etc.”. A tal punto, nos dice Charles E. Wilson (un alto directivo), una arrogante afirmación que se hizo famosa: «Lo que es bueno para la General Motors es bueno para los Estados Unidos»”. Sin duda, se ha puesto en manifiesto como importan más los intereses corporativos que el interés social.

El precitado autor alegó que, estudiar la historia social de la élite de los negocios, ha sido una jugada inteligente por parte de los científicos sociales que intentan comprender “sus orígenes culturales y sociales; su unidad y diversidad; y su integración en la llamada “élite del poder” -término célebre a partir de un estudio del sociólogo estadounidense Wright Mills-, quien analizó a un grupo minoritario con gran poder que dirigía los destinos del pueblo americano en la década de los 50, se refería a ellos como “grandes sociedades anónimas o señores de la guerra”, a decir de “el alto mando de generales y almirantes responsables del ejército- y el directorio político –el reducido núcleo de políticos que forman el poder ejecutivo de la nación”. Sin embargo, aclara que ese concepto de “élite de poder” también alude a “la coincidencia de intereses entre las organizaciones económicas, políticas y militares”, el contacto social y personal entre esas mismas jerarquías dominantes, su visión y su origen social.
Es así como, conviene advertir ahora la existencia de un conglomerado de personas que co-existen en todo este entramado corporativo ya mencionado y conforman los llamados “Lobbies”; en campaña electoral, son como “la mano” que ayuda al partido.
En el artículo Historia de los Lobbies: una forma de escribir la historia, Caldevilla y Xifra, alegaban que los lobby o lobbies son tan antiguos como la Grecia misma, desde que existía una forma de Senado o Asamblea por medio de oradores de gran talento que actuaban como intermediarios alquilando sus servicios a favor de una causa u otra -llamados Sofistas-; en Roma, al terminarse la Monarquía (753-509 A.C.) bajo la figura del clientelismo pagada por los llamados Patricios; también en Esparta o sencillamente donde ya existieran las aristocracias y/o conformación de leyes de la época medieval, pasando por el Renacimiento. Incluso se dice que proviene de «un oficio de rancio abolengo», llamado: la abogacía. En otras palabras, eran «medios más o menos éticos, pero siempre legales y socialmente aceptados -en sus respectivos ámbitos temporales y formales- de que los particulares podían influir en los gobiernos…».

Ahora bien, aunque en ese artículo exponen que no existe consenso sobre si «Lobby» pertenece al Reino Unido o a EEUU, alegan que «el término empezó a usarse en el siglo XIX con el auge de las democracias anglosajonas» donde lobby, lobbying o lobbies, proviene históricamente de grupos de interés que esperaban a los políticos en el lobby (en español: sala de espera, vestíbulo o pasillo) del parlamento, con el fin de manipularles. En todo caso, el objetivo de un lobby es claro: influenciar en la toma de decisiones del Senado, la Cámara de Representantes y el Poder Legislativo de los estados para defender sus intereses (mayormente económicos) por medio de lobbystas -son quienes representan los intereses de sus clientes u organizaciones que tratan con funcionarios federales, estados y sucursales del poder ejecutivo o de la corte-, también se les ha llamado «grupos de presión». Y hay que destacar que, en los países desarrollados se trata incluso de una profesión muy bien remunerada, además de regulada y supervisada, por ejemplo, en EEUU, donde este campo se encuentra regulado desde el año 1946.
De esta forma, nos dicen Caldevilla y Xifra que, no en vano, se han pronunciado sobre los Lobbys algunas personalidades estadounidenses: «…ilustres inquilinos de la Casa Blanca, como Eisenhower o Kennedy advirtieron o defendieron esta realidad, lo que alimenta su carácter polémico». Un detalle lo podemos ver en cómo se expresó el ex militar David Dwight Eisenhower, tras haber llegado a la Casa Blanca: “En los consejos de gobierno, tenemos que tener cuidado con la adquisición de una influencia ilegítima, deseada o no, por parte del complejo militar- industrial. Existe el riesgo de un desastroso desarrollo de un poder usurpado y [ese riesgo] se mantendrá. No debemos permitir nunca que el peso de esta conjunción ponga en peligro nuestras libertades o los procesos democráticos.” Resulta curioso que una advertencia así provenga de un país tan antidemocrático que suele “torcer el brazo” a su conveniencia.

Por otra parte, una visión en conjunto de esos autores, también nos aporta tremenda reflexión sobre el modo de actuar del hombre, al decir que se trata de la única criatura capaz de modificar su hábitat e incluso de desarrollar un nuevo medio para gobernar, pues por ello, inventó la política y, en el aspecto mercantil, surgirán los intereses cruzados que generaran todo tipo de disputas. De ello puede inferirse entonces, como la invención de estos lobbys se implantó como mecanismo de control del poder.

Es preciso hacer notar que, en el artículo: “Lobbys” en campaña electoral: la mano que ayuda al partido, nos dice su autor –Bergmann-, que actualmente es desde éstos lobbys que se:
Apoya a partidos y a candidatos, se promueve el derecho a la posesión de armas o al aborto. Los grupos de presión se cuentan por miles en Estados Unidos y son un factor a tener en cuenta en los procesos electorales… Las asociaciones a los partidos políticos tal y como se conocen en Europa no existen en Estados Unidos”. El vacío estructural y organizativo lo cubren los grupos de interés que, gracias a su poder de movilización, ejercen altas cuotas de influencia sobre los procesos electorales, explica Wilcox –politólogo-.

Esto ha traído como consecuencia que, en algunos países de habla hispana ya se esté intentando impulsar una regulación mínima sobre estos lobbys. Por ejemplo en el artículo: Lobby: la actividad de influir en los que toman las decisiones, Belinchón, comentaba que, para que una organización, que desee relacionarse con el poder solicitando reuniones con quienes toman decisiones en un organismo público, al menos deben registrarse en una base de datos de acceso público. El Congreso español inclusive estableció un régimen sancionador para los diputados o grupos que incumplan un código de conducta sobre registro de lobbys aprobado por ellos, siendo el objetivo de estos códigos de conducta, forzar a actuar de forma honesta -y también poder conocer si una norma se modificó producto de la intervención de un lobby-, que así, este hecho quede reflejado y sea accesible de forma pública. Con esto se busca que, con una mayor transparencia entre los grupos de interés y las decisiones que toman los políticos, exista igualdad de condiciones. Quizás luego nos enteraremos que tan efectivos son.

Esto me lleva a deducir que las corporaciones que dominan el mundo -como si fueran pulpos- a través de sus 9 cerebros y 8 tentáculos, trabajando en conjunto con los Lobbies, son las siguientes:
Corporación Farmacéutica
Corporación Alimenticia
Corporación Armamentista
Corporación Petrolera
Medios de comunicación
Redes sociales
En yuxtaposición a todo lo aquí descrito, se encuentran los más afectados de todo éste nefasto ecosistema -la contraparte aplastada por las decisiones políticas que se dictaminen- se trata de los movimientos sociales. Según Martínez-Otero, en el artículo: Movimientos sociales y transformación de la sociedad, éstos comenzaron a surgir en los años 60 como fenómenos de acción colectiva que han reclamado la atención de sociólogos, psicólogos sociales, historiadores, y también, politólogos. Luego, citando a Verdaguer, expuso que la expresión «movimientos sociales» aunque es heredera directa del concepto «movimiento obrero», no posee una definición única, lo que ha llevado a emplearla hacia distintos fenómenos sociales cuyo denominador común es el carácter de «movimiento» con ideas fuerza, a decir del movimiento ecologista, movimiento campesino, movimiento estudiantil, movimiento vecinal, entre otros.

En todo caso, Almeida en su libro Movimientos sociales, la estructura de la acción colectiva, citó a Tarrow, quién expuso lo siguiente: “Un movimiento social es una colectividad excluida que mantiene una interacción sostenida con las elites económicas y políticas en busca del cambio social”. También señaló que:
…las tácticas no convencionales de los movimientos sociales los distinguen de otras entidades políticas, como las asociaciones de lobistas, las organizaciones sin fines de lucro y los partidos políticos (aunque estas organizaciones más formales pueden haberse originado en movimientos sociales).

En líneas generales, todos los temas planteados aquí son bastantes complejos de analizar y pude observar que se encuentran totalmente vigentes a pesar del pasar de los años, especialmente porque nos atañe a todos los ciudadanos participemos o no directamente en el ámbito político -razón suficiente para querer indagar más- (y lo prometo).

¡Gracias por leerme! ¡Hasta un próximo artículo!

 

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