Opinión
Por: Jesús Faría
La rebelión militar encabezada por el comandante Chávez constituye uno de los sucesos históricos más importantes de todo el s. XX y lo que va de s. XXI venezolano. Esta jornada de lucha expresa las contradicciones y conflictos más importantes, que determinaban las condiciones de explotación y represión al que estaba sometido nuestro pueblo, por una parte, pero también manifestó de manera brillante el coraje indomable de un pueblo que jamás se entregó, que nunca dejo de resistir, por la otra.
Una primera dimensión de este conflicto, que desembocó en la rebelión militar del 4F, fue la forma represiva, entreguista y voraz, con las que las élites políticas y económicas dominaron la escena nacional y saquearon nuestras riquezas. El sistema puntofijista surgió de la traición al espíritu del 23 de enero y rápidamente se convirtió en una verdadera perversión política, económica y moral. Las grandes represiones en los 40 años de su existencia evidencian a todas luces el carácter realmente criminal de ese sistema, que va desde la sangrienta agresión al movimiento popular en los años 60 y hasta el brutal aplastamiento de la protesta de nuestro pueblo contra las políticas de hambre del FMI.
En tal sentido, el 4F es un momento estelar en la lucha de resistencia contra la avasallante voracidad del FMI. Entregando la soberanía nacional al FMI, organismo multilateral al servicio de las grandes trasnacionales, las políticas neoliberales adoptadas en el país hicieron estragos en los tejidos sociales del país. La pobreza, la miseria, las desigualdades se acentuaron de manera dramática. La economía nacional se encontraba como nunca antes bajo la tutela de los grandes capitales. La lucha de clases llegó a máximos niveles de exacerbación, pero con la condición muy adversa de ausencia de la organización y la visión programática, requerida para conducir estas luchas al éxito.
De tal manera que el 4F nos solo es el resultado de la resistencia ante la expoliación de nuestras riquezas, sino que sus consecuencias inmediatas le pusieron fin a esta política de la entrega más abyecta de la soberanía nacional.
Esta situación le confiere a esta extraordinaria jornada de lucha un profundo carácter antimperialista. Después de la disolución de la URSS y la proclamación del fin de la historia, una de las vías de expansión más aceleradas del sistema capitalista se produjo a través de políticas de libre mercado y, para ello, se valieron del FMI y todo su poder para someter a las naciones del planeta en un sistema de superexplotación de sus recursos naturales y humanos.
No se trataba sencillamente de una postura en contra de una política económica, sino en contra de los factores de poder que la sustentaban y en contra de los objetivos de mayor subordinación al imperialismo, que subyacen al modelo neoliberal.
Finalmente, el 4F que ha sido definido en tantas oportunidades como una derrota militar, pero una victoria estratégica en lo político, fue el punto de partida para el hundimiento definitivo del régimen puntofijista y el nacimiento de la revolución bolivariana. Con el 4F se encuentran estrechamente vinculadas las aspiraciones de democracia, justicia social, independencia en el desarrollo, el rescate de la moral frente al flagelo de las corruptelas y otras descomposiciones éticas.
Estas banderas constituyen raíces profundas del modelo socialista bolivariano, que maduraron bajo el genio el comandante Chávez y hoy representan un orden social establecido, que vine de superar gigantescos desafíos derivados de la agresión criminal del imperialismo yanqui, lo que nos permite prepararnos para cosechar nuevamente frutos para el desarrollo de la patria en clara orientación hacia el socialismo.