Opinión / Eduardo Piñate
Por Eduardo Piñate R.
Salvador Allende ganó las elecciones presidenciales en Chile el 4 de septiembre de 1970, tres años después, el 11 de septiembre de 1973, fue derrocado por un sangriento golpe militar que instauró una dictadura militar fascista por 17 años, un verdadero régimen de terror y muerte en el que la persecución, la tortura y el crimen político fueron política de Estado para destruir a la izquierda chilena.
El gobierno de la Unidad Popular, la coalición de partidos de izquierda que lideró Allende, en apenas tres años realizó profundos cambios a favor de los trabajadores y el pueblo, que delinearon una tendencia reivindicadora de históricos anhelos del pueblo chileno. En ese período nacionalizó el cobre (principal riqueza chilena para la época), nacionalizó la banca, elevó los salarios de los trabajadores. Todo en el marco de una institucionalidad democrática burguesa que se mantuvo inalterada y fue (particularmente el Congreso, dominado por la contrarrevolución) el factor principal -junto al imperialismo y las Fuerzas Armadas de ese país- del golpe contrarrevolucionario fascista.
La experiencia del gobierno de la Unidad Popular, fue el primer intento de instaurar el socialismo por la vía pacífica, democrática, electoral y parlamentaria, por lo menos en América Latina. Contó con el amplio apoyo de la clase obrera y el pueblo chileno, pero fue una revolución desarmada y no pudo contener la arremetida brutal del fascismo, dirigido por las élites dominantes en los EEUU.
El pueblo chileno luchó con las pocas armas que tenía y durante casi dos décadas resistió la dictadura de la bestia Pinochet. Su presidente valiente -Salvador Allende- prefirió la muerte en desigual combate a la rendición. Los venezolanos de nuestra generación, liderados por el Comandante Chávez aprendimos las lecciones de Chile, por eso nuestra revolución es pacífica, pero no desarmada, está muy bien armada. Viva Allende. Seguimos venciendo.
Caracas 9 de septiembre de 2018