Opinión / Noticias / Jesús Faría
Bajo el nombre de la NEP pasó a la historia el viraje introducido por Lenin a la política económica en Rusia bolchevique, después del Comunismo de Guerra imperante a consecuencia de gravísimas secuelas de la II Guerra Mundial y la intervención de 14 potencias imperialistas para “ahogar a la criatura en la cuna”, como poéticamente exigía Winston Churchill.
La Rusia bolchevique se encontraba destruida, la economía arruinada, la hambruna campeaba, se imponía un cambio para satisfacer las necesidades básicas de la población.
En ese contexto la NEP dio cabida a la iniciativa privada, desplegó estímulos mercantiles a la producción , impuso métodos de eficiencia en la gestión. Se buscaba, entre otras cosas, fortalecer la alianza de la clase obrera con las numerosas masas campesinas.
Guardando las evidentes distancias históricas y políticas, la NEP deja claras enseñanzas para nuestro proceso.
a) La transición al socialismo abre un espacio importante para la convivencia con el sector privado en el contexto de principios y leyes inspiradas en el socialismo;
b) las políticas económicas y la gestión de un gobierno revolucionario, en general, deben basarse en realidades; c) el socialismo solo puede construirse con un alto nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, lo que impone aprovechar todos los recursos disponibles;
d) las teorías no son dogmas, tienen que ser viables a la luz de las realidades y,
e) el avance de la estrategia revolucionaria exige superar coyunturas históricas, garantizando mayorías políticas que descansen en la conciencia socialista, pero también en la satisfacción de las necesidades materiales y espirituales de la población.