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Por Geraldina Colotti

 

Tania Díaz, reconocida periodista y dirigente política de la revolución bolivariana, ha ocupado diversos cargos tanto durante los gobiernos de Hugo Chávez como en los de Nicolás Maduro. Actualmente, es vicepresidenta de Agitación Propaganda y Comunicación del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), diputada a la Asamblea Nacional y continúa conduciendo el popular programa de radio Dando y Dando.

Has estado en la primera línea contra las múltiples agresiones imperialistas a la Revolución Bolivariana. ¿Cuáles fueron los momentos más difíciles?

Los 20 años de Revolución Bolivariana han sido de agresión continua, es decir una estrategia de guerra permanente, primero contra el Comandante Chávez y ahora contra el Presidente Nicolás Maduro, ya que ellos encarnan y liderizan el proceso de cambios profundos que vive Venezuela. Una revolución que se ha dado el pueblo venezolano a sí mismo, como protagonista, y que implica una confrontación de modelos, un cambio que invirtió las reglas de la política nacional en el año 1998, por la vía electoral, y que continúa por vía democrática a contracorriente de los grandes capitales transnacionales y de las oligarquías locales que les son serviles. Por eso siempre la agresión ha sido contínua y despiadada, con momentos picos muy difíciles como lo vivido a finales del año 2001, abril del año 2002 y comienzos del año 2003. Fueron años de profunda turbulencia contra el Comandante Chávez por haber tomado gobierno en áreas neurálgicas de la economía nacional, como son la tierra y el petróleo, al aprobarse la Ley de Tierra y la Ley de Hidrocarburos cuando apenas iniciaba su mandato. Al sancionarse estas leyes, la oligarquía y sus mangantes del Norte decidieron actuar contra Chávez porque no estaban dispuestos a dejarse arrebatar esa riqueza que significaba, para ellos, su garantía de supervivencia hegemónica, y para nosotros los revolucionarios un paso gigante hacia la emancipación y soberanía. Fueron momentos difíciles.

También fue una agresión en el espacio político y comunicacional. Nos tocó resistir en los dos únicos medios oficiales que existían para el momento: Venezolana de Televisión y Radio Nacional de Venezuela y, sinceramente, desde la experiencia como comunicadora y periodista lo más difícil fue ver desatar ese río de odio a través de los medios disponibles para la época, mirar como esa estrategia de propaganda de guerra lograba inocularse en sectores de la población que nos desconocían como sus hermanos, que estaban dispuestos a atacar violentamente con todas las fuerzas a otros venezolanos y venezolanas, que se desconocían a sí mismos como venezolanos y venezolanas, sentir cómo se perseguía una parte de la población. Ver ese despliegue impune de odio y violencia por las distintas vías de comunicación y también por las calles del país fue para nosotros sorprendente. Fue la primera vez que lo vimos de una manera tan descarada y abierta, como resultado de una estrategia de propaganda de guerra contra el país que se sumaba a un golpe económico – paralizaron y sabotearon Petróleos de Venezuela – y a una insurrección prolongada e ilegal contra la institucionalidad del país.

Sin duda, nosotros en este momento vivimos el preludio de una guerra. Todo el escenario se montó para desatar una guerra fraticida, una guerra civil que cumpliera los objetivos de las grandes potencias interesadas en robarse la riqueza venezolana, que era dar al traste con la revolución bolivariana, revertir el desplazamiento del poder de sectores oligárquicos entreguistas y someter a la población venezolana, anular la esperanza de millones quienes, de la mano del Comandante Chávez, habíamos reconquistado el derecho a la ciudadanía, la dignidad, el orgullo nacional, la creencia firme y el accionar además -con el proceso constituyente- de que somos dueños de nuestro destino y que podemos decidir el futuro de nuestro país, nuestra comunidad y nuestra familia. Ésto es lo que más dolor causaba en este momento, momento muy duro, sin duda de la Revolución, pero también muy hermoso porque vimos el resultado de toda la acción de creación colectiva que habíamos edificado junto a Chávez. Allí, como ya es historia y todo el mundo lo conoce, el pueblo venezolano dio una enorme lección política: se armó el pueblo de Constitución y salió con la Ley en la mano, sin violencia, por la vía democrática electoral, a restituir el hilo constitucional.

El otro momento muy difícil, el más difícil de todos y sin duda el más triste, fue la pérdida física del Comandante Chávez. Nunca nos pasó por la mente que el Comandante Chávez pudiera irse de este terreno, que era un ser humano y que tenía una vida corporal finita. Su enfermedad fue un período de profunda reflexión. El mismo lideró el proceso de introspección y revisión política que nos tocaba vivir como sociedad para preparar el momento en el que ya no estuviera al frente y no pudiera orientarnos personalmente en cada paso, como nos acostumbramos durante casi dos décadas. A través de la literatura, por ejemplo, el Comandante Chávez nos habló de la teoría del Eterno Retorno, de Nietzsche, nos hizo leer la Biblia, nos metimos en un proceso de reencuentro con la esencia misma de la Revolución y de preparación para un momento que nunca preparamos, que jamás quisimos vivir.

Cuando el Comandante Chávez partió, él lo sabía y nosotros tal vez no lo habíamos asumido con certeza, ese fue el punto de inflexión, el banderazo de partida para que el imperio norteamericano y todo el entramado del capital hegemónico mundial se ensañara contra Venezuela. Muchas y muchos de nosotros pensamos que la muerte del Comandante fue inducida, lo creemos porque – como bien lo expresó la consigna de su última campaña – Chávez era y es todavía hoy el Corazón del pueblo llano de Venezuela, del hombre y la mujer de pie, obrero, campesino, trabajador. Por eso creyeron que al arrebatárnoslo se acabaría también nuestra fortaleza política y Barak Obama lanzó en 2015 el decreto infausto que declaró a Venezuela una amenaza para Estados Unidos, comienzan las mal llamadas sanciones y nos sentencian como país forajido, perseguido, para justificar el crimen de agresión permanente que hoy persiste sobre nuestro país.

Una vez más el pueblo dio una gran lección, desde todo punto de vista. Solamente para ejemplificar, hubo un peregrinar de 10 días para asistir al sepelio de Chávez. Vinieron los mas humildes, desde todos los rincones del país, por los medios que encontraron e hicieron largas colas en la ciudad capital para darle un último adiós a su Comandante, una muestra de hermandad y solidaridad en momentos difíciles para seguir adelante, como es costumbre en nuestra cultura venezolana.

El tercer momento más difícil es éste que estamos viviendo, desde el año 2013 en adelante. La guerra no declarada pero brutal, híbrida, despiadada que han lanzado sobre Venezuela y que se expresa en diversos escenarios: el económico, bloqueando todo nuestro ingreso, saboteando indiscriminadamente nuestra capacidad de producción, robado nuestros recursos; el terreno de lo político, el desconocimiento de nuestras instituciones democráticas y el forjamiento de otras paralelas que acompasan el despojo económico, la persecución de nuestros líderes, la criminalización de todo el liderazgo de la Revolución. En el aspecto militar, incursiones al territorio, magnicidio frustrado con drones, la penetración paramilitar, las “guarimbas” terroristas; en el aspecto cultural simbólico, la guerra psicológica, operaciones de propaganda de guerra planificadas y concatenadas de manera tal que en esta etapa golpeen los afectos más cercanos, la emocionalidad más íntima porque ataca directamente a la familia y a las comunidad. Forzar un quiebre económico significa atacar el empleo digno, el ingreso familiar que se ve mermado, la pequeña producción que lleva la peor parte de la guerra. Entonces es ver a la hija o al hijo que se va, muchas veces sin rumbo determinado, producto de las dificultades económicas que sí existen, pero sobretodo inducidos por una enorme operación de guerra psicológica integrada en el plan de agresión, destinada a robarnos también a la Juventud formada y educada durante 20 años de revolución, con estudios universitarios, manejo de tecnologia, idiomas. Buscan vaciarnos también del recurso más valioso que tenemos, que es nuestra gente. Buena parte de la población cayó afectada por esta perversión muy bien orquestada, en la cual se invirtió mucho dinero, pero la otra parte, la mayoría, no se rindió. Ha sido difícil, duro, pero también ha sido un momento de gran crecimiento, de explosión creativa, de emprendimiento, de fortaleza, de ejemplo, de dignidad, de valentía y lealtad. Hombro a hombro salimos adelante y como dice el poema de Benedetti: “En la calle codo a codo somos mucho más que dos”.

 

 

 

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