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30.Abr.2018 / 11:04 am / Haga un comentario

Foto: Misión Verdad

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Contexto de una candidatura bajo fuego

La carrera de Henri Falcón a la presidencia ha significado un cisma político para los partidos más influyentes del antichavismo, nucleados en el denominado G4, quienes, acompasados con la agenda de cambio de régimen de Washington mediante sanciones y bloqueos financieros, mantienen en una postura de boicot y deslegitimación frente a los comicios del próximo 20 de mayo.

La última vez que la oposición venezolana tomó una postura similar fue en las elecciones parlamentarias de 2005, una decisión que no cumplió los objetivos que estaban planteados ocasionando una fuerte crisis de credibilidad.

Reeditar dicha postura en 2018 podría terminar en los mismos derroteros, por lo que Henri Falcón ha dado una patada a la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) convirtiéndose en objeto de ataques y severas críticas de actores opositores tanto dentro como fuera de Venezuela, por supuestamente legitimar a la «dictadura de Maduro».

Con su candidatura presidencial se oficializó la fractura política de la oposición en cuanto a intereses y agendas particulares.

Una crisis que venía acentuándose luego de que la revolución de colores de 2017 fracasara y varios exponentes de la oposición decidieran, a contracorriente de actores injerencistas como Luis Almagro y el Departamento de Estado de EEUU, participar en las elecciones regionales y municipales convocadas por la entonces recién instalada Asamblea Nacional Constituyente.

Los números presentados por encuestadoras privadas apuntan a favor de Henri Falcón para ganar la presidencia, pero es muy probable que la decisión del opositor tenga que ver más con la intención de convertirse en el jefe político de la oposición el día después de los comicios que con una expectativa real de triunfo.

Un cálculo arriesgado. Falcón es acusado de colaboracionista desde distintos frentes y existe el temor entre los partidos abstencionistas, coordinados a detalle con Washington, de que una masiva participación electoral pueda significar un obstáculo para la legitimidad de las presiones que se preparan desde el frente externo.

Por esa razón el candidato opositor ve la oportunidad de utilizar las urnas como un mecanismo de legitimación personal para erigirse, el día después de los comicios, en la voz autorizada de la oposición interna y externa, desplazando (o en el mejor de los casos subordinando) a las vocerías tradicionales. Piensa que aún perdiendo las elecciones, gana a lo interno del mapa político antichavista.

Un camino que tampoco se observa del todo fácil, puesto que las presiones a medida que avancen los días arreciarán para que abandone la contienda.

Los líderes tradicionales de oposición ven afectados sus liderazgos y autoridad
Múltiples maniobras en paralelo como el «antejuicio» desarrollado por el autonombrado «Tribunal Supremo de Justicia en el exilio», respaldado por los partidos de la abstención que adversan a Falcón, y el recrudecimiento del bloqueo financiero, describen con claridad la intención de Washington de perturbar las elecciones presidenciales, incluyendo al candidato Henri Falcón.

Deserciones, saltos de talanquera y temporada de pesca

El abanderado del partido Avanzada Progresista (AP) y de otras organizaciones periféricas del antichavismo, representa un enorme escollo para las organizaciones como Primero Justicia (PJ), Voluntad Popular (VP), Acción Democrática (AD) y Un Nuevo Tiempo (UNT).

El día de ayer en la presentación de su programa de gobierno, el diputado de PJ, José Antonio España, hizo presencia en primera fila desautorizando al máximo dirigente de la tolda amarilla Julio Borges. Esta deserción pública prendió las alarmas en PJ y en otros partidos opositores, ya que la candidatura de Falcón podría ofrecer prebendas a mandos de medio que no han visto frustradas sus carreras políticas en los partidos tradicionales.

Incluso el medio opositor El Estímulo, como si supiera de los vericuetos internos de la disputa interna opositora, alertó que se «auguran más rupturas en la alianza opositora».

Hace algunos días el jefe de campaña Claudio Fermín aseveró que «vimos dirigentes de partidos como UNT, PJ y AD apoyándonos en diversos sectores que visitamos».

Las palabras de Fermín fueron interpretadas como una intriga en su momento, pero con la deserción del diputado de PJ parece más bien que sus palabras exponen una maniobra de convencimiento y cooptación en desarrollo para extraer cuadros políticos medios y regionales de los partidos del G4.

En las pasadas elecciones municipales el partido AP y otros partidos pequeños de la oposición prestaron sus tarjetas electorales para que aspirantes de las organizaciones del G4 inscribieran sus candidaturas, contraviniendo la línea de sus mandos nacionales de no postularse.

Basta recordar el episodio del dirigente Yon Goicoechea, quien a contracorriente de su partido Voluntad Popular, se postuló a la alcaldía de El Hatillo, del estado Miranda, por la tarjeta de AP. En decenas de municipios en toda la geografía nacional ocurrió el mismo fenómeno, propiciando una crisis de autoridad entre mandos centrales, regional y locales de los partidos grandes.

Todavía queda mucha tela que cortar. En las primeras de cambio, los líderes nacionales del G4 tendrán que contrarrestar el intento de Falcón de medrar sus estructuras. De profundizarse esta deriva y hacerse visibles otras decerciones, los líderes nacionales de las organizaciones con mayor peso simbólico en la oposición podrían verse afectadas no sólo en su liderazgo, sino en la autoridad dentro de sus propias filas.

Misión Verdad 

 

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