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28.May.2018 / 08:21 am / Haga un comentario

Foto: Misión Verdad

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Henri Falcón inauguró su primera derrota presidencial con una acción inédita en la política nacional: no reconocer los resultados antes incluso de ser anunciados por el CNE.

Este anuncio se enmarca en un dato aportado por Jorge Rodríguez, jefe del comando de campaña del presidente Nicolás Maduro, difundido a través de un audio en el que, a las 11 de la mañana del día domingo, el secretario del partido avanzada progresista Luis Romero admitía la derrota, luego de un sondeo que habrían hecho a boca de urna.

Para Falcón, participar en la convocatoria electoral era fundamental si quería evitar la muerte política después de perder el bastión de la gobernación del estado Lara. Además, su participación respondía a la oportunidad que vio de tomar un espacio que los partidos de mayor influencia opositora habían abandonado.

La riña con factores políticos de la oposición aglutinados en el Frente Amplio arponeó a algunos sectores que no estaban convencidos con la abstención y que eran público objetivo de la campaña dolarizadora pregonada por el candidato.

La participación electoral del 46.07% es una cifra que, si es presentada como abstencionismo crítico, deja muy mal parados a países protectores de la democracia liberal, en los que esa cantidad es un rango normal de asistencia electoral. Tal porcentaje tiene varias explicaciones, entre ellas el sabotaje internacional al sufragio por los partidos de la abstención, la migración, el descontento, entre otros.

Los argumentos del candidato Henri Falcón para imputar las elecciones y repetirlas en el último trimestre del año tienen que ver con la instalación de los puntos tricolor chavistas y la satanización del Carnet de la Patria, el primero un elemento parte de la maquinaria electoral y el segundo un mecanismo de protección social. Los puntos tricolor han formado parte de las 24 convocatorias electorales desde 1999, y en su momento le sirvió al ex gobernador de Lara cuando asistió y ganó como candidato de campaña abanderado por el PSUV.

Su alineación con la narrativa de «fraude electoral», recurso tan manoseado en todas las jornadas electorales en las que el antichavismo no sale favorecido, y que no encuentra asidero ni siquiera en el grueso de la población opositora, es opacado por lo que analistas de su propia pandilla de seguidores habían anunciado durante la campaña: la falta de unidad en el método para lograr un cambio de gobierno en Venezuela

La fracción antichavista agrupada en el movimiento Soy Venezuela, en voz de María Corina Machado, marcó su posición de desconocimiento y rechazó la insinuación de un nuevo proceso electoral.

Desde la conformación de esta alianza, sus operaciones han apuntado a atacar cualquier intento de mínimo concilio entre las fuerzas opositoras y el Estado venezolano. Atribuyéndose el ala más radical de la oposición con fuertes tendencias a optar por estrategias violentas, tiene en su historial más inmediato la gestión del antejuicio de mérito al Presidente de la República en la Asamblea Nacional, fabricado por un ficticio tribunal supremo «en el exilio», presionando para colocarlo como único punto de orden en las sesiones por encima de la discusión sobre si participar o no en las elecciones presidenciales.

La posición que acompaña la vía agresiva de arrancar el poder constituido del Gobierno nacional, no admite titubeos ante la cohesión del chavismo. De ahí se entiende la declaración indignada de la representante de Soy Venezuela, que ve diluido el trabajo por conducir el apoyo internacional mientras agota la vía político-electoral.

La orfandad de un plan coherente traza el rumbo de personajes que, en un mismo día, puede presentar denuncias al CNE, estar dispuesto a ir al diálogo, aceptar que las sanciones estadounidenses afectan la cotidianidad venezolana y pedir la renuncia del ejecutivo bolivariano.

Así, se manifiestan las contradicciones de las fuerzas opositoras en un solo discurso. El ex candidato presidencial Javier Bertucci reconoce los resultados electorales, valorando el innegable margen de diferencia que lo separa con el presidente reelecto pero que no anula el procedimiento de cuestionarlos, anunciando que está dispuesto a presentar pruebas de supuestas irregularidades ante el rector del CNE, Luis Emilio Rondón, que respaldarían la necesidad de repetir elecciones.

Por otra parte, el empresario ex pastor acepta la convocatoria al diálogo que promueve el ejecutivo nacional, colocando condiciones inviables como la del «canal humanitario», que sería emprendido con la «asistencia» del gobierno estadounidense y sus corporaciones, autores de las sanciones que agravaron la situación económica de Venezuela. Esta paradoja es armoniosamente cerrada por Bertucci al concluir que estas acciones, luego de las últimas anunciadas por el presidente Trump, efectivamente «complican el adquisición de divisas del Estado para la compra de comida y sabemos que esto se va a poner peor».

Haciendo control de daños, el Frente Amplio da a conocer sus primeras impresiones del resultado electoral en rueda de prensa dirigida por Omar Barboza, desconociendo la elección legítima del presidente Maduro, trayendo de nuevo la pobre argumentación del chantaje a electores y disputándole el discurso de Falcón de repetir elecciones a finales de año. Este anuncio ya había sido avizorado previo a los comicios, viendo que era inminente la celebración de los mismos y en jugada estratégica por filtrar la agudización de las medidas de asfixia económica del capital financiero internacional hacia instituciones venezolanas, a través del colador político que consume estas acciones en el final del chavismo como fuerza regional.

Este «frente», agrupado bajo un frágil interés común, no escapa de las contradicciones y fracciones internas pasadas, antecedente que lo persigue en su constitución como alianza, pues dirigentes de partidos políticos adscritos al Frente Amplio ya se traicionaron en las elecciones regionales, en las que políticos de Acción Democrática, Primero Justicia y Voluntad Popular vieron la oportunidad de captar espacios de poder rompiendo con el boicot de algunos dirigentes, a expensas de legitimar a la recién constituida Asamblea Nacional Constituyente, caso que terminó reconociendo solo los adecos por ser los únicos que alcanzaron cuotas institucionales en algunos estados.

Este perfil de permanente desconfianza, traiciones y pactos bajo cuerdas, que Henry Ramos Allup definió como «una especie de danza de alacranes» en sesión parlamentaria del 22 de mayo, y que terminó con una redundante resolución de desconocer los resultados electorales, muestra una grave fragmentación en la decisión sobre el curso a seguir. Quedan claros, sí, los deseos impostergables de la lesionada dirigencia opositora de acabar con el gobierno de Nicolás Maduro, ratificado por el pueblo venezolano para otro periodo de seis años, más la incapacidad para consensuar un método que contribuya a sus fallidos objetivos.

 

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