Opinión

26.May.2020 / 11:01 am / Haga un comentario

 

Foto: Referencial

Por: Alfredo Carquez Saavedra

Si la Apertura Petrolera se le vendió a los venezolanos como un paso necesario para atraer inversiones, imprescindibles para el desarrollo del sector hidrocarburos en el contexto de una economía cada vez más globalizada; la Internacionalización tuvo como promesa alcanzar posiciones claves en algunas plazas importantes que integran de la red mundial de comercialización de crudo.

En ambas estrategias se mintió y en ambas el Estado venezolano fue afectado negativamente, tanto en sus ingresos como en su seguridad.

El objetivo de la Apertura era la privatización gradual de Petróleos de Venezuela; y el propósito de la Internacionalización era transferir recursos desde nuestro país al exterior. Este hecho, por cierto y no por casualidad, servía directamente para concretar la meta de entregarle el control de la empresa estatal a capitales privados extranjeros.

Algunos de los argumentos utilizados por las autoridades del Ministerio de Minas e Hidrocarburos (hoy Ministerio del Poder Popular para el Petroleo) y PDVSA en defensa de la política de extraer recursos financieros del país para comprar activos en el extranjero fueron los siguientes:

• Asegurar la colocación de nuestro crudo en los mercados internacionales.
• Generar divisas.
• Garantizar la posesión de refinarías adaptadas a las características de nuestro petróleo.
• Contar con una red de transporte, distribución y mercadeo.
• Reducir riesgos.

El resultado de tan ambicioso proyecto dejó mucho que desear. La mayoría de las compras concretadas en países como Alemania, Reino Unido, Bélgica, Suecia y Estados Unidos e incluso, el alquiler de la refinería de Curazao, se convirtieron en más que malos negocios. En algunas no se llegó a refinar volúmenes significativos de petróleo criollo. En otras se colocaban barriles venezolanos, pero con descuento en el precio de venta. No generaron divisas, todo lo contrario: se transformaron en una especie de aspiradoras de recursos financieros que Venezuela transfería año tras año, aun cuando su economía estuviese al borde del colapso. Es decir, se importaban altos costos operativos de estos activos del extranjero y se exportaban capitales. Se mantenían empleos foráneos y se perdían en la nación.

LA VENTA ILEGAL DE CITGO
Ahora, bien un tema que pudiera describirse como daño colateral es el que se sufre actualmente con el acto de piratería estadounidense mediante el cual el gobierno de Donald Trump se hizo con los activos de Citgo Petroleum Corporation para lanzarla a los buitres del capital financiero.

Este despojo propiciado, avalado y celebrado por traidores a la patria como Leopoldo López, Juan Guaido y Julio Borges (solo por mencionar algunos de los hampones más destacados) no es más que una de las consecuencias de la estrategia de la Internacionalización Petrolera iniciada a comienzos de la década de los 80, durante el gobierno del presidente Luis Herrera Campins, con la compra de Veba Oel en Alemania.

Con el pasar de los años los activos de PDVSA en el exterior se convirtieron en una especie de rehenes de los grandes países consumidores de energía en los que estaban localizados.

Cualquier decisión soberana tomada por Caracas, como por ejemplo, la reforma de una ley, el incremento de la tasa de regalía, o el ajuste de cuotas de producción acordada en la Organización de Países Exportadores de Petróleo, se convertía en una posibilidad de retaliación de parte de los centros de poder, riesgo que fue aumentando progresivamente hasta llegar al acto de piratería del que ha sido objeto la filial estadounidense de la citada empresa estatal, gracias a la complicidad de la dirigencia de Voluntad Popular, Primero Justicia, Acción Democrática y Un Nuevo Tiempo.

 

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