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2.Feb.2016 / 06:30 pm / Haga un comentario

Foto: Archivo

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Febrero, 2011.

Lo anuncia desde el Zulia. Nuestro calor lo abraza mientras sentencia en su Aló Presidente: “Que no quede ni una familia por fuera”. Se cocinaba la Gran Misión Vivienda Venezuela. Venía maquinándolo desde 2006: tomar terrenos de Fuerte Tiuna para hacer casas. Hizo un cálculo de dos millones en déficit habitacional, para entonces, y se amparó en una Ley Habilitante de ayuda a damnificados para no solo anunciar, sino concretar. Nada más en ese complejo se hablaba de 80 hectáreas de terreno transformados en 40.000 viviendas para 20.000 familias. Amanda ya tenía dos meses en mi barriga.

“El dinero llegó, la empresa privada llegó, el ingeniero llegó, el arquitecto llegó. Allí estaban los edificios: primera torre… segunda torre… ¡el dinero se acabó! (¿?) El desengaño llegó: los apartamentos fueron vendidos y los damnificados regresaron a su vida de zinc, quebradas y deslizamientos de tierra”.

Eso no pasó. Pasaba, según relata Neirlay Andrade en su crónica “La Vega en dos tiempos”. Es que parecía cuento. Muy bonito para ser cierto. Pero Chávez sabía de esa gestión de ranchos de la derecha, la vivió. No volvería.

“¿Nos sobra petróleo? Eso hay que resolverlo”, podría jurar que pensó, y empezaron los convenios con países potencia como Rusia, Irán, Bielorrusia, Portugal y China. Con este último, los acuerdos se resumen en explotar bloques petroleros y desarrollar proyectos complementarios en el sector agrícola, industrial, tecnológico y habitacional, sin atropellar, sin invadir, sin bloquear a nadie, sin derecho a intervenir en asuntos soberanos. Chávez lo dejó claro. La Corporación Nacional de Petróleo de China (Cncpc) y Petróleos de Venezuela (Pdvsa) acordaron que Venezuela paga su deuda, de aproximadamente 20 millones de dólares, con petróleo y combustibles varios que suman cerca de 524.000 barriles de crudo diarios, apuntó en 2014 Ernesto J. Navarro en su nota “10 claves para entender los convenios China-Venezuela”. Ahora deben ser más.

Caracas. Mayo, 2013. Mandato de abuela: “Usted no puede ser una del montón, usted tiene que ser especial”, y me veo: madre soltera, periodista, recién graduada, recién llegada a Caracas. Otra más.

—Buenas, señora Irma, vi su anuncio en Últimas Noticias. ¿Sigue disponible la habitación en Bello Monte?

—Sí. Son tres meses de depósito y uno adelantado para verla.

Cuelgo el teléfono. Estafa.

—Buenas, señora Carmen. Llamo por la habitación en Los Dos Caminos. ¿Está disponible?

—Sí. Pido depósito de cuatro meses. ¿Estudias o trabajas?

—Soy periodista, trabajo en un medio público.

—Ah… trabajas con el gobierno… Disculpa, los chavistas no nos dan trabajo, nosotros no les daremos casa.

Cuelga ella. Intolerancia.

El barco (el país) no se hunde, pero las ratas salen, desfalcan la tesorería nacional. Algunos ya dan la revolución por perdida, otros pensamos por mística o conciencia, quizá ambas, que sin Chávez nos toca a nosotros y habíamos armado el morral.

“Vas a ser mucho tiempo mi inquilina. ¿Crees que teniendo una hija y sin casarte con un viejo con real vas a tener casa en Caracas? Te falta madurar”. Escucho a mi primera arrendataria en La Candelaria. Le pago 1.500 bolívares mensuales, precio aceptable por una habitación con derecho a lavar, cocinar y dormir. Cero visitas. Cero crías. Cero llegadas en la madrugada. Cero vida de adulta. Escucho su retahíla durante ocho meses más.

Cada fin de semana pregunto por alquiler. En la calle hay miradas de ternura-lástima seguidas del fatalismo improductivo: “Está difícil”, “está jodío”, “me da lástima que estés lejos de tu chama, pero eres joven, a lo mejor te enamoras de alguien con plata”, “¿si eres chavista, por qué no pides casa?”, “¿por qué no te devuelves a tu ciudad?”. Parece normal recular.

¿Qué hago aquí? No divorciar los sueños de la realidad: ser mamá y ser mujer, trabajar, crear. Sabía de la deuda social de este país, de tanta gente con necesidad y, lacónicamente, casi por no dejar, me inscribí en el 0800-MiHogar y en un comité de vivienda.

Octubre, 2014: “Al caos que impone un modelo capitalista, hacemos una forma de vida comunitaria, de respeto, confianza, de superación de los conflictos que surgen en la convivencia”, cuenta el presidente Nicolás Maduro mientras entrega viviendas a familias damnificadas. Qué vaina tan bonita, ojalá me pasara.

Enero, 2015. La crisis. La miseria humana. 10.000 bolívares el alquiler de un hueco, sin derecho a lavar ni a cocinar y, según los malandros arrendatarios, aumentará.

Febrero, 2015. Nuevo acuerdo con los chinos. Lo anuncia el ex ministro para el Hábitat y Vivienda, Ricardo Molina, quien dice que permitirá mantener el ritmo de construcción de casas y apartamentos. No se hace viral, no se comunica como lo amerita, por todo lo que tenemos encima, por lo coyuntural, lo urgente.

Julio, 2015. No consigo nada. El dinero no me alcanza. La crisis de cantidad y calidad lleva al límite, pone existencialista, confunde, cuestiona, a veces pone a guabinear, y del otro lado del auricular: “Aguantá. Uno asume las empresas y se queda en las buenas y en las malas. En las vacas gordas y en las flacas”. Esa es mi mamá.

Agosto, 2015. “Buenos días, le hablamos de la Inmobiliaria Nacional. Usted ha sido adjudicada. Necesitamos verificar sus datos e informarle los requisitos. Esto es una central, no nos puede contactar, le volveremos a llamar”. Cuelgan. Viene la ansiedad. A continuación, no soltar el teléfono, dormir, bañarme, trotar, comer con él. Aceptar ser víctima de un aparente experimento de laboratorio.

Noviembre, 2015. “Su crédito fue aprobado”. Momento de depositar el monto de la comisión flat y el Fondo de Ahorro de Garantía. No me exigen cuota inicial. Ese requisito se eliminó en 2012 y pienso: “Coño, esto es de verdad”.

6 de diciembre, 2015: pierde el chavismo la Asamblea Nacional. La MUD gana por votos de autocastigo, una campaña mediática que nos lleva una morena por falta de gestión y por ocupar espacios que dimos por sentado y descuidamos. En su borrachera, la derecha propone dar títulos de propiedad a los adjudicados por la Gran Misión Vivienda (GMMV), es decir, introducir los urbanismos al mercado inmobiliario dolarizado que carcome cualquier esperanza de tener una casa en Venezuela.

Principio socialista: cada quien recibe según lo que necesita.

Principio capitalista: compra quien pueda. No tenemos derecho a derechos, solo a tener o a ser propiedad. Así funciona su sistema.

19 de diciembre, 2015: “Buenas tardes, bienvenidos a la firma del documento multifamiliar. Ustedes ahora deben pensar en comunidad. Estoy contenta de ser parte de un día tan importante en sus vidas —escucho a la vocera de la Inmobiliaria Nacional—. Esto es un esfuerzo, estamos empeñados en beneficiar al pueblo venezolano”. ¿En este contexto? Le creo, están empeñados.

14 de enero, 2016. La última llamada. Firma del documento unifamiliar. Me tiemblan las piernas. La revolución es un acto de convicción y esperanza, no de fe ciega, pero nada más arrecho y placentero que tener certezas. Que se sepa.

15 de enero, 2016. Entrega. A mi lado derecho, Javier y Paola, una pareja sin hijos. Al izquierdo, Rosa, una abuela. Recuerdo lo que escuché en la parroquia 23 de Enero: “El que se mete con Chávez, se seca” y un “nos tendrán que matar” frente a la demagogia de quien quiera apropiarse de su obra y la llamaron “Misión Maqueta”.

¿Creyeron que este era un proyecto fallido? ¿Creyeron que Chávez murió? Por ahí me dijeron “desde acá lo veo guiñándonos un ojo” a todos.

23 de enero, 2016. Mudanza. Con crisis económica y política, el barril de crudo por debajo de 30 dólares, sin Chávez, sin mayoría en la Asamblea. Con 25 años. Soltera y sin prostituirme por prebendas. Amanda y yo somos parte del más de un millón de familias que tiene una vivienda.

Sí. Una del montón, una de tantas.

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¿MAQUETAS?

—1.294.448 viviendas han sido entregadas en distintos estados del país.

—Pese a los golpes económicos, el año 2015 tuvo el mayor registro de entregas desde la creación de la GMVV hace cuatro años y nueve meses. El estimado de construcción para cerrar el año fue de 326.000 viviendas, según Manuel Quevedo, ministro de Hábitat y Vivienda.

—El Ejecutivo fijó construir y entregar 500.000 viviendas en 2016, y ofrecer atención a 500.000 más a través de la Gran Misión Barrio Nuevo Barrio Tricolor, política conjunta que intervino, en 2015, más de 114.000 casas e incluyó la refacción a edificios en zonas de clase media. Lo dijo Nicolás Maduro en su mensaje anual a comienzos de 2016.

—La meta: 3.000.000 para 2019, en el marco del Plan de la Patria 2013-2019.

Ciudad Caracas

 

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