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2.Mar.2016 / 05:15 pm / Haga un comentario

Pimentones

Productores de El Vigía, estado Mérida, en la región andina venezolana, reivindican con su ingenio y espíritu pionero el aprovechamiento de una tierra fértil, a la que suman sus pequeños y medianos aportes en el relanzamiento y rescate de la agricultura urbana.

La ciudad del municipio Alberto Adriani, ubicada unos 58 kilómetros al noroeste de la capital merideña, ostenta suelos fértiles y amplias extensiones de vocación agrícola, donde la huerta familiar siempre ha sido tradición.

La parroquia Héctor Amable Mora es una de muchas áreas de la jurisdicción que se han tornado en periurbanas, con el crecimiento poblacional.

En la calle 6 de esta localidad vive Américo Contreras, quien lleva cuatro meses practicando la agricultura urbana, en la azotea de su vivienda. Al cabo de dos meses, la iniciativa materializó su anhelo de cultivar plantas y cosechar frutos en un espacio alternativo, dejando también un saldo productivo y de provecho para la familia.

«Siempre me agradó la agricultura y esa simple afinidad es mi motivación para sembrar y criar aves», explica Contreras en entrevista con la Agencia Venezolana de Noticias (AVN).

Afirma que la siembra de tomates y pimentones provee sombra y protege la vivienda del inclemente sol, un valor agregado que no estaba previsto y que también reconforta a la familia.

Tamarindo chino

Américo Contreras

Una práctica sencilla

Contreras recomienda escoger semillas de frutales y hortalizas de buenas características físicas, para asegurar la buena genética de la planta a germinar. Utilizar pequeñas cantidades de estiércol de gallina, de vaca o cerdo, para enriquecer la mezcla de compostaje del abono orgánico, así como regar sistemáticamente, para obtener una cosecha sana y vistosa.

Apunta que el germinado en almácigos, la preparación de canteros con bloques de construcción, tierra negra y abono orgánico, son los pasos iniciales en la secuencia de activación de una huerta urbana.

«No hay necesidad de químicos o abonos especiales. Mis productos son naturales y demuestran que sí se puede cultivar de una manera sencilla en espacios o terrenos alternativos», explica mientras posa en la palma de su mano un pimentón que cuelga de la mata y exhibe un brillante tono verde.

A su juicio, el escepticismo de algunas personas respecto a la agricultura urbana, tiene que ver con antivalores del consumismo inoculado en la sociedad. Por ello, estima fundamental que la anticultura del supermercado abra paso a una cultura de productividad complementaria y de innovación, con creatividad y chispa irreverente, que rete al consumismo impuesto por la sociedad capitalista.

Auyamas

Despertar una tradición adormecida

A pocas cuadras, en la avenida 8 con calle 6, en el Barrio Rómulo Gallegos, vive Jesús Márquez Hernández, un curtido trabajador del campo a quien la zafra en la tierra le resulta muy familiar.

En una pequeña parcela contigua a su vivienda, inició hace poco el cultivo de caraotas y frijoles, pero en ese espacio hay frutales, como limón, naranja y guayaba. A esa producción le da un nuevo significado en el contexto de la guerra económica, que se basa en el chantaje de esconder y desviar los alimentos, para crear zozobra en el pueblo.

Asegura que la televisión alternativa producida por el Sistema Bolivariano de Comunicación e Información (Sibci) le ha ayudado a comprender la manipulación del capitalismo y la vulnerabilidad en la que se encuentra el pueblo si no produce.

«Yo observo la participación de nuestros intelectuales, de nuestros especialistas económicos y agrícolas. Analizarlos despertó mi interés por producir», explica don Jesús, quien hace de su tercera edad una época productiva y formadora.

También apuesta por impulsar un cambio cultural, en el que las personas de mediana edad y adultos mayores están llamados a transmitir sus conocimientos y una ética elevada sobre la relación con el mundo.

«Yo no soy profesor, ni letrado. Fui alfabetizado hace poco, pero sí tengo condiciones prácticas para enseñar a un grupo de personas que desconozca la realidad de la tierra. Eso es lo que yo pido», dice Márquez, consultado sobre cómo y qué hacer para impulsar la agricultura urbana.

Los productores urbanos de la zona coinciden al señalar como vulnerabilidad el deficiente acceso a alimentos para gallinas y cerdos. En este último caso, han aprovechado excedentes de auyama para alimentar la cría porcina.

Apuntan que la constancia y perseverancia en el trabajo son valores que sostienen la productividad en huertas y fincas integrales de la zona, que se fortalecen con el llamado a intensificar la agricultura y se suman a la ofensiva productiva contra la guerra y el bloqueo económico que enfrenta Venezuela.

Jesús Márquez

Tomates

 

 

AVN

 

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