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13.Jun.2016 / 02:31 pm / Haga un comentario

Foto: Misión Verdad

Foto: Misión Verdad

«…la mujer Chavista

es lo más hermoso

que camina por mis calles»

Gustavo Borges

La estética consumista y la misoginia fascista no son iguales pero son lo mismo: Dios sigue siendo hombre en cualquier religión monoteísta. Su Estado es patriarcal; su economía es la usura del diezmo. Su doctrina racista y su cultura machista siempre serán misóginas, con o sin disimulos. Los monoteísmos lograron perpetuarse hasta el siglo XXI, uncidos -gracias a la milagrería tecnocientífica- a un Dios sin hijos ni espíritus santos, con imagen propia e igual semejanza: el dólar y Wall Street.

Los Centros Comerciales son los más confortables templos de oración y culto al consumo, allí se crean todas las necesidades, se cumplen todos los deseos, se almacena todo el opio del pueblo, y se cumplen todos las penitencias estéticas, gastronómicos, fashion, estúpidas, pequeñas burguesas, clasemedia, marginales y lumpen.

Allí se estafa, se trafica, se evade impuestos, se lavan dólares y se planchan euros, se prostituyen niños y niñas, se bachaquea al mayor y al detal, se roba a mano armada cuando roban un banco o una joyería, y el comerciante a mano desalmada roba al pobre cuando le vende. La relación filosófica entre belleza, estética y lucha de clases carece de misterios.

Hace unos cuantos miles de años la raza humana renunció a la naturaleza, según el cuento que Marx le echó a Engels, éste lo redactó, Aníbal Ponce lo recreó y Claude Lévi-Strauss lo embarulló en estructuras. No es un cuento de hadas, pero bien narrado cualquiera lo entiende; el meollo está en la moraleja que nos acontece: el clímax civilizatorio de la sociedad consumista.

Renunciar a ser unos bichitos más del monte -nomás porque a la pendeja de Eva se le ocurrió comerse una insípida manzana y no un mango, una guanábana o un cambur-, para convertirnos en seres superiores y conjurar aquello de ganarse el pan, a juro y con el sudor de la frente, conllevó a inventar necesidades que no son tales para los hombres y menos para las mujeres. Lo superfluo urbanizó El Paraíso de donde fuimos expulsados. Una serpiente venenosa, una cuaima pues, concibió la cultura para sublimar al mono y a la mona, ¡qué maravilla, Darwin y el creacionismo sincretizados en dos líneas!

Y aquí se abre el telón para misia Lady D’Agostino Polar y Ramos Allup, Duquesa del Este del Este, y Emperatriz de todos los Miami. Máxima expresión del oportunismo adeco, del nuevo riquismo tercermundista, de la ignorancia estúpida -cientos de millones y millones de analfabetas segregados por las academias burguesas, son inteligentísimos sabios de cuna proletaria-, del sexismo y la misoginia autoinfligida.

Este artículo sería un ejercicio de tiempo derrochado si la misia en cuestión hubiera tenido un mínimo de recato a la hora de exponer sus miserias intelectuales, sus debilidades siquiátricas, sus desvaríos fascistas, su eurosnobismo. Nadie le pidió esas peras al horno, pero ella las obsequió bien avinagradas y maceradas en bilis escuálida. Ella misma pintó su retrato, escribió su semblanza, legó a su descendencia un inmenso caudal de oprobiosa militancia MUDaica.

Su leyenda ancestral YouTube cabalgará imborrable en ancas de la web, la memoria social como constancia del horror encarnado en una pobre mujer objeto patriarcal, propiedad privada de su esposo; y además dará fe de la barbarie política materializada en su propietario: diputado legendario e infame por apátrida, criminal de guerra económica, embustero socarrón, terrorista pitiyanqui.

Señora: usted y el insepulto aspirante a presidente de la aguerrida República Bolivariana de Venezuela no pasarán; usted no es más que una desagradable anécdota, un chiste malo, un mínimo brote de acné en el fresco rostro de nuestro inmenso colectivo mujer.

Con alegría, con entusiasmo socialista, sin decorados ridículos ni calembes de seda acartonada, estamos en la calle a pleno sol, a plena lluvia, a plena vida, a toda revolución para dejarla descansar en paz a usted, en el pasado que añora. Usted no volverá, en este país las primeras damas no tienen lugar, las chavistas combatimos en primera línea de amoroso fuego revolucionario y pacífico, pero armado. Nuestra Patria es tan Matria como Zulay Aguirre y Elena Frías, por sólo nombrarlas a ellas en homenaje a sus queridos hijos.

Por último, señora: no vaya a creer que este escrito lo inspiró usted, no sea engreída, pasa que usted no nos conoce, no sabe cómo bailamos las chavistas cuando bailamos pegao, y tampoco sabe quién es Whitman ni quién es Gustavo Borges.

«Pues que el gobierno está mal acostumbrado a que sus mujeres estén desarregladas, estén sucias, tú sabes, anden sin maquillaje… no, mira, las Venezolanas no somos así, las Chavistas son feas sucias y desarregladas». Diana D’Agostino-Ramos Allup.

Sin entrarle a una discusión de estereotipos, tipos estéreo, tipos o tipas con estéreos (me ladillan esas discusiones, pero claro, es a mí que me ladillan, no tiene que fastidiarle a más naiden) ya que considero que la mujer Venezolana es la más hermosa del mundo y que cada una de ellas en esa hermosura sin comparación se arregla como le da su puta gana, hay algo importante: la mujer Chavista asume su don, ese don de belleza inigualable (y sí, hablo de belleza física, ya sea rellenita y hermosa, flakita y hermosa, alta y hermosa, bajita y hermosa, batatuas con infinita gracia, de piernas largas y preciosas etc., etc.) de una manera libertaria, consciente y rebelada, son ellas, pues, no tienen igual.

La bruja adeca está con sus dos kilos y 600 gramos de pintura encima (es su peo, lo repito, sus cirugías y porte de mantuana dueña de esclavos) lo que expresa es odio y racismo social y político hacia la mujer que decidió emanciparse, discutirse, frentearse ante el espejo y los roles que pajuos como Ramos Allup les han impuesto… no, no existe mujer más hermosa que la mujer chavista… coño, que se los digo yo.

Una de las mujeres más hermosas (digo una de las, hay muchas por estas calles de la revolución) que he conocido además de negra, pelo malo y no con menos de 79 kilos encima la conocí cuando andaba en lucha junto a esos que llamaban los refugios. Aguerrida la caraja, revolucionaria y con un don de sentido común y sabiduría de vida y callejera que me hubiese gustado tener.

Esa mujer, tan alejada de lo que comúnmente se conoce como belleza y arreglo (sigo hablando de lo físico) portaba sus 79 kilos y sin maquillaje con una belleza semejante a una montaña fresca y sabrosa, sus rasgos no necesitaban adornos artificiales. Lidero uno de los refugios más rudos que yo haya conocido. Nunca la olvidaré… en cambio a esta vieja la acabo de olvidar… Discúlpenme si no escribo lo que querían escuchar… Repito: la mujer Chavista es los más hermosos que camina por mis calles.

Por: Kloriamel Yépez Oliveros

Misión Verdad

 

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